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La turuta del Titanic

El Imperio de España en JERARQVIA (II)

El  Imperio de  España en JERARQVIA  (II)

El Imperio de España en JERARQVIA ( I )

El  Imperio de España en  JERARQVIA  ( I )

El Imperio de España en JERARQVIA (1937)

El  Imperio de España en   JERARQVIA (1937)

MANUEL BALLESTEROS  GAIBROIS, formó parte del equipo que reunió en Salamanca  el sacerdote Fermín  Yzurdiaga   que junto  con  Ángel María  Pascual , realizaron  labores  de Prensa  y  Propaganda   de la  recién unificada  FET y de las  JONS ,  que  en febrero de 1938   pasaría a manos de Dionisio Ridruejo.  De sobra es conocida  su posterior  dilatada  labor  como  catedrático  de Historia  Hispanoamericana en la  antigua  Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Tuve el honor de asistir a algunas de  sus clases magistrales en la década de los sesenta. Todavía, hace algunos años (en 1996) y con motivo de las bodas de plata de mi promoción, asistió  a una cena  conmemorativa con sus antiguos  alumnos.  Me  sorprendió  su extraordinario estado de salud, ya que en  absoluto  aparentaba los más de ochenta años que seguramente tenía.  Manuel Ballesteros, Entrambasaguas, José Romero Escassi,  Camón Aznar,  Santiago Montero Díaz… fueron todos ellos maestros inolvidables de aquella Facultad de Letras donde todavía existían reductos donde  la enseñanza de  todo lo clásico  y español  (historia, arte, literatura,  cultura)   no  era algo vergonzoso.  Traemos hoy aquí un trabajo  suyo de octubre de 1937 ( El  Imperio  de España )  publicado en una excelente revista  falangista llamada JERARQVIA,  quizás demasiado  buena y  costosa   en todos los sentidos ( colaboradores, tipografía, diseño, proyecto )  para la época y que desapareció  tras editar únicamente cuatro ejemplares. Ballesteros  realiza aquí  un repaso somero, pero profundo,  del  auténtico concepto de Imperio, de sus  enormes diferencias  con  otros,   de las huellas  de la romanización  y de la  herencia de la  España de los Reyes  Católicos y el  Nuevo Mundo.    José Lorenzo García

 

..a vueltas con Boves.

..a vueltas con Boves.

La efemérides espolea nuestro interés por las Américas. Y de resultas de ello vamos hallando documentos que no queremos dejar de compartir, en cuanto describen episodios que los españoles apenas conocen. Entre ellos, este escrito, que aparece en http://momentosespañoles.es/, y que nos permitimos transcribir:


El siglo XIX en Hispanoamérica: José Boves contra la insurgencia venezolana

A finales de 1813 en Venezuela los realistas han sido rechazados a la zona costera de Coro y Maracaibo, donde cuentan con el apoyo mayoritario de la población. A todo esto, Simón Bolívar ha lanzado su célebre decreto de "guerra a muerte" contra los peninsulares y los venezolanos partidarios del Rey, lo que da lugar a grandes matanzas de prisioneros dirigidas por el propio Libertador que en febrero de 1814 ordena la ejecución de 800 prisioneros en Valencia y sus lugartenientes, entre los que se distinguen Briceño y sobre todo Arismendi, que por orden de Bolívar ejecuta a un millar de españoles prisioneros en Caracas y La Guaira.

Pero mientras tienen lugar estos acontecimientos, se fragua, tanto a espaldas de los insurgentes como de los principales jefes de las fuerzas regulares realistas algo hasta ese momento casi inimaginable para todos: uno de los fenómenos más originales y terribles del conflicto americano. Se trata del movimiento organizado y dirigido por Boves en los Llanos del Orinoco.

Es José Tomás Boves (o Bobes) un español peninsular, nacido en Asturias y de origen muy modesto, establecido en esa región venezolana desde hace años. Sumado a las fuerzas realistas en los últimos tiempos de la lucha contra la primera república (en Venezuela), en la que ya toma parte en alguna acción, recibe un nombramiento, inicialmente poco más que simbólico, de oficial de Caballería de la Milicia urbana de Calabozo, una de las pequeñas poblaciones de los Llanos, y el encargo de movilizar una fuerza de caballería en esa región, actividad que inicia en agosto de 1813, tras separarse del contingente realista de Juan Manuel Cagigal.

Buen conocedor de la zona y de sus habitantes los llaneros, pronto su carisma y dotes de mando consigue reunir aproximadamente 700 de éstos; aunque el contingente crece a velocidad gracias a la activa recluta a que se entregan Boves y sus lugartenientes, empleando para la finalidad tanto argumentos políticos e ideológicos de servicio al Rey de España y combate contra la odiada oligarquía de la provincia, como promesas de carrera en el Ejército y participación en el botín de guerra; también duras medidas contra los prófugos y los desertores.

En octubre de ese 1813, ya con un millar de efectivos combatientes, de los que sólo unos sesenta son europeos, Boves actúa contra Calabozo. Con sus llamados "hombres vagos", gentes acostumbradas a una vida de corte selvático, infunde por primera vez temores a los jefes insurgentes.

 Poco después, el jefe militar español al servicio de los insurgentes, Juan Vicente Campo Elías, derrota a Boves en la sabana de Mosquitero y lleva a cabo diversas acciones punitivas contra las poblaciones y habitantes de los Llanos, que no consiguen sino favorecer la recluta de su oponente que improvisa todo lo necesario para la guerra que sostiene e igualmente todo tipo de pertrechos de utilidad bélica.

Recobrado enseguida de la derrota, en diciembre es él y sus llaneros quienes vencen en la reiteración de la batalla, ocupando Calabozo; ya reúne a tres mil hombres. Mientras, su segundo, Tomás Morales, capta en nuevas reclutas contingentes de cierta relevancia en la Pese al revés, Bolívar no acaba de dar importancia a este nuevo oponente, y desde esa actitud despreciativa hace pública su reflexión de que lo que no ha logrado contra sus fuerzas un ejército disciplinado como era el de Domingo Monteverde, no lo van a conseguir los contingentes que aparecen fantasmales y de improviso en la sabana apureña.

 Pero en esta ocasión Bolívar yerra en sus planteamientos. Las fuerzas de Boves, a las que su jefe entrena en el médano de Cazorla en marchas, cargas y combates, no paran de crecer y a lo largo de los primeros meses de 1814 obtienen sucesivos éxitos contra los insurgentes. En febrero, Rosete figura apocalíptica según los insurgentes, uno de los lugartenientes de Boves, derrota a Arismendi, y poco después el propio jefe del Ejército Real de Barlovento, título con el que se proclama y autoconcede el jefe realista José Tomás Boves desde finales del año anterior, combate en San Mateo contra Simón Bolívar.

El jefe realista cuenta entonces con aproximadamente 6.500 hombres, de ellos 4.000 de Caballería armados con lanzas; en cambio apenas dispone de artillería, únicamente seis piezas ligeras, cuando la proporción adecuada en la época se considera de tres piezas por cada mil efectivos humanos.

La acción de Boves en San Mateo facilita la recuperación de la iniciativa por parte de las fuerzas regulares realistas (los españoles peninsulares y aquellos seguidores del Rey Fernando VII en el continente americano, foráneos y autóctonos) que operan desde sus fortalezas en la costa.

En paralelo a estas maniobras bélicas, en febrero de 1814 tiene lugar en la región de Barlovento una sublevación de los esclavos de las haciendas en contra de las fuerzas republicanas (las de Simón Bolívar y otros jefes insurrectos contra el gobierno español). Asume la jefatura de este movimiento Juan José Navarro, que derrota a Arismendi y dirige una campaña en la retaguardia republicana que supone un nuevo inconveniente grave para las fuerzas de Bolívar.

 Las victorias de Boves presentan además el correspondiente efecto moral en los elementos favorables al mando realista en las zonas dominadas por los insurgentes, lo que se traduce en una agitación creciente con la subsiguiente aparición de guerrillas

En el mes de junio de ese 1814, Bolívar logra una victoria en Carabobo contra las fuerzas regulares de Cagigal, pero pocos días después es materialmente deshecho por Boves en la segunda batalla de la Puerta. Explotando el éxito, Boves ocupa en julio Valencia y Caracas, donde asume en la práctica las funciones de capitán general, ignorando ex profeso a Cagigal al cual, tras la victoria de la Puerta, ha enviado una misiva de la que se extrae el siguiente párrafo: "He recobrado las armas y el honor de las banderas que vuestra excelencia perdió en Carabobo". Boves se revelará en esta etapa y en su nueva faceta como un buen administrador de los territorios ocupados.

En los meses siguientes su ejército alcanza el máximo desarrollo. Cerca de 20.000 hombres, de ellos seis o siete mil operativos, organizados en regimientos de Caballería que constituyen la mayor parte del contingente de fuerza variable y vinculación a diversas poblaciones y zonas de los Llanos: Tiznados, el preferido por Boves, Guayba, Guardatinaja; lo que origina una útil emulación entre sus componentes. Boves dirige personalmente la Caballería, tomando parte en las cargas y en los combates cuerpo a cuerpo asumiendo el mayor riesgo, con resultado de heridas en varias ocasiones. Autores hostiles a su causa lo califican como el más grande jefe de caballería que haya conocido Venezuela.

    La Infantería, contando unos 2.500 hombres, está formada por dos regimientos a tres batallones cada uno, mandados por Guía Calderón y Manuel Machado, y el denominado Batallón de preferencia, mandado por Rafael López. En las marchas de esta tropa a pie se acostumbra a organizar un cuerpo de vanguardia, bajo el mando de Ramón González, que avanza doce horas por delante del grueso de la fuerza expedicionaria.

Boves también cuenta con partidas de guerrilleros, configuradas como unidades de guerrilla compuestas por indios y mestizos principalmente, actuando bajo su exclusiva dirección estratégica. En cambio, utiliza poco e indirectamente a los cimarrones (esclavos refugiados en los montes buscando su libertad), unos 25.000 en la Venezuela anterior a la revolución, y otros esclavos huidos al compás de los acontecimientos.

Los combatientes llaneros no lucen uniforme habitualmente. Van vestidos a la manera del país: calzón corto, sandalias, sombrero; los jinetes usan unas grandes espuelas características, y a guisa de escarapela una pluma negra o una oreja humana colgada del sombrero. También se decoran y anuncian con banderas negras, a diferencia de la blanca española del momento.

Dominada gran parte de la provincia, Boves inicia la creación de una flotilla que inicialmente sólo tiene un bergantín, bautizado General Boves. La flotilla en ciernes está financiada mayormente por particulares, al frente de los cuales figura un realista de origen vizcaíno, íntimo amigo del padre de Simón Bolívar.

Dadas las características de la lucha, las fuerzas de José Boves, el caudillo llanero, llevan a cabo frecuentes saqueos en las zonas o ciudades conquistadas donde hay para cometerlo; pues más bien tales saqueos quedan en intentos y limitados a los bienes de carácter mueble. Los bienes de auténtico interés propiedad de los insurgentes: los productivos, las fincas rústicas y urbanas, las explotaciones agrícolas, son confiscados por la autoridad realista y arrendados o vendidos en beneficio de la Hacienda de la provincia. Los premios de orden material que Boves entrega a aquellos de los suyos distinguidos en la lucha son de tipo simbólico o en relacionados con el servicio de armas: elección de los mejores caballos o armas capturadas y similares. Para Boves tampoco había réditos más allá de la satisfacción, pues nunca cobró un sueldo y años después se gestionará una pensión para su madre residente en Asturias.

La represión contra los insurgentes responde a la proclama de guerra a muerte proferida por Bolívar al comienzo de su campaña. Es usual la matanza de los jefes políticos y militares insurgentes vencidos y la de muchos oficiales. La generosidad para con los prisioneros es aleatoria, graciosamente dispensada por quien puede. Conviene recordar que la lucha en Venezuela ofrece el aspecto de una contienda social-racial en esta etapa de la guerra entre realistas e insurgentes-independentistas.

La circunstancia acaso curiosa para algunos que nos e aproximan a la realidad de la situación y los hechos cotidianos, es que los defensores del Rey de España encuentran su principal apoyo en los sectores populares de la población. Sectores que en el continente americano suman un porcentaje de indígenas y mestizos en diverso grado proporcionalmente superior al de las clases pudientes, acomodadas y dirigentes, que son en las que básicamente da inicio la insurgencia. Por supuesto, contando siempre con las excepciones en uno y otro bando.

Con la derrota de Bolívar la causa independentista en la provincia sucumbe. Las fuerzas de Boves actúan en las postrimerías de 1814 sobre la zona oriental, todavía en poder de los insurgentes, cuyos últimos restos a la defensiva son aniquilados.

Pero desgraciadamente para la causa realista, en la última batalla importante ya en el mes de diciembre, en Urica, Boves cae víctima de una lanzada al dirigir cual su costumbre una carga de su caballería. Le sucede en el mando su hasta entonces segundo, el canario Tomás Morales, que tomará parte en las sucesivas campañas en la provincia hasta la conclusión de la lucha regular.

José Tomás Boves, el taita, como le llamaron sus hombres, es una de las figuras más originales y merecedoras de estudio con las que contó el bando realista, y en general la contienda americana de emancipación. Al frente de su Ejército Real de Barlovento, pone fin a la segunda república venezolana (1813-1814) tras derrotar repetidas veces a Simón Bolívar y otros jefes secesionistas. Su temprana muerte a los treinta y un años supuso un sesgo importante, quizá decisivo, en el desarrollo de la misma.

Los Pincheira, el último bastión de España en las Américas.

Los Pincheira, el último bastión de España en las Américas.

Los hijos de Martín Pincheira, Santos, Pablo, José, Antonio, Rosario y Teresa pasaron, a los ojos de los independentistas chilenos, por una banda de cuatreros. No así a los del virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, a cuyas órdenes combatieron, encabezando las tropas indígenas y teniendo en jaque a las fuerzas regulares de O´Higgins durante decenios.

Nacidos en Chillán, hoy república de Chile, llegaron a alzar a sus órdenes a cerca de mil indígenas de a caballo, organizados militarmente, de una capacidad de combate ciertamente temible. Aliados con los indios pehuenches en 1822, especialmente con los caciques Neculmán, El Mulato, Canumilla y Martín Toriano, se asentaron a ambos lados de los Andes, llegando a fundar, en lo que hoy es la provincia argentina de Neuquén, una población de seis mil habitantes y un fortín, en el paso andino próximo a las lagunas de Epulafquen, sin perder sus principales asentamientos en Chile: los Maitenes, Roble Huacho y su principal refugio, la cueva de su natal Chillán.

En sus correrías alcanzaron a la Provincia de Mendoza y las de San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.

Incapaz de vencerles, el gobierno chileno comisionó en 1825 al capitán Barnechea para intentar convencerles de que se integraran al Ejército de Chile, además de ofrecer un tratado de paz a los pehuenches. Algunos caciques, reunidos en Cayanta, aceptaron la propuesta. Otros, como Manquel (del Reñi Leuvú), Lancamilla (de Malargüe) y el empecinado Neculmán, siguieron combatiendo sin desaliento junto los Pincheira.

Contra toda esperanza, en una guerrilla sin piedad que causa admiración y espanto, resistieron a las tres columnas que envió contra ellos el presidente chileno, en 1826, si bien obligaron a emigrar a cerca de tres mil civiles que se hallaban en el área pincheirista.

El término con que suele designarse en Argentina a las correrías indias es el malón. También llamaron malones a las aceifas que los Pincheira siguieron dirigiendo contra los más diversos y retirados lugares: San Luis, Córdoba, Santa Fe, Bahía Blanca, la Sierra de la Ventana, en Argentina, Colchagua, San Fernando y Talca, en Chile, obteniendo victorias como la de la batalla de los Toldos Viejos, en que una fuerza de setecientos indios, acaudillados por el cacique Malato y los fusileros de Godé, aplastaron a la fuerza del teniente coronel Andrés Morel.

Todavía en 1928, Pablo Pincheira se atrevió a atacar la Fortaleza Protectora Argentina, de Bahía Blanca, que defendían los patriotas Juan de Dios Montero y Venancio Coñoepán.

En 1829 José Antonio Pincheira se presentó ante el lejanísimo Fuerte de Carmen de Patagones con un centenar de blancos y otro centenar de indígenas, pidiendo parlamentar con el gobierno de Buenos Aires, pero el comandante Oyuela puso en prisión y ejecutó sin juicio a los parlamentarios enviados a tal fin.

Acaso se hizo imposible la lucha cuando en el mismo año Juan Manuel de Rosas suscribió un acuerdo con los caciques mapuches boroanos, que les sustrajo de la disciplina de los Pincheira, Al cabo, José Antonio Pincheira firmó el Tratado de San Juan (o de los Carrizos) con el gobernador de Mendoza, por medio del que, a cambio de la paz, debía recibir ropa, pertrechos, dinero y el grado de Coronel y cargo de “Comandante General de la Frontera del Sur”. Con visión realista, con mucha más pena que gloria, se arriaba el último pendón realista en las Américas. De ello, en la península ibérica, ni noticia se dio.

Bajo la imagen de un lancero del ejército que combatió por España en Venezuela, a la memoria de José-Tomas Boves, soneto del asturiano, emigrante y exilado Alfonso Camín.

Bajo la imagen de un lancero del ejército que combatió por España en Venezuela, a la memoria de José-Tomas Boves, soneto del asturiano, emigrante y exilado Alfonso Camín.

Roble natal, sin admitir la azuela.
Niñez sin luz. En Trafalgar soldado. (sic)
Pilotín a la mar. Aire en la vela.
Juventud sin canción. Pan amargado.
 
Guerrillero al azar en Venezuela.
Grande y viril y, como grande, odiado.
El hombre y el León: garra y espuela.
Más que jinete, el huracán montado.
 
Pie a tierra, lanza en ristre, como el loco
de La Mancha, desgarbo en la figura,
fiero el instinto y el perfil barroco,
 
tiene, cuando sucumbe en la llanura,
¡la torva majestad del Orinoco
que pide al mar, para su voz, anchura!

Una visión de las Américas, a 200 años vista. Nombres hispanos por derecho propio: Pumacahua y Choquehuanca.

Una visión de las Américas, a 200 años vista. Nombres hispanos por derecho propio: Pumacahua y Choquehuanca.

Entre los indígenas que fueron leales a España, en el proceso de la llamada emancipación de las Américas, conviene tener presentes a los caciques Mateo García Pumacahua Chihuantito, de Cusco, y su auxiliar, Manuel Choquehuanca, de Chinchero. Ambos combatieron a las órdenes del virrey del Perú, y contribuyeron decisivamente a aplastar la rebelión de Túpac Amaru II (1780 - 1781).

Pumacahua, en razón de sus méritos y por su prestigio entre la nobleza inca, llegó a ser elegido Alférez Real de Indios Nobles del Cuzco en 1802.

En reconocimiento por sus servicios obtuvo el grado de Coronel de Infantería. En 1811 combatió a las órdenes del Brigadier Goyeneche y llegó a ocupar, ya en 1807, la presidencia de la Real Audiencia de Cuzco.

Viendo que las Leyes de Indias no se aplicaban y que eran papel mojado los derechos que reconocía la Constitución de 1812, entró en una situación de crisis que le enfrentó con las autoridades realistas, que le apresaron en Umachiri (Puno) y decapitaron, en 1815. Castilla, que face a los homes e los desface.

 

Lepanto, de G. K. Chesterton.

Lepanto, de G. K. Chesterton.

White founts falling in the Courts of the sun,
And the Soldan of Byzantium is smiling as they run;
There is laughter like the fountains in that face of all men feared,
It stirs the forest darkness, the darkness of his beard;
It curls the blood-red crescent, the crescent of his lips;
For the inmost sea of all the earth is shaken with his ships.
They have dared the white republics up the capes of Italy,
They have dashed the Adriatic round the Lion of the Sea,
And the Pope has cast his arms abroad for agony and loss,
And called the kings of Christendom for swords about the Cross.
The cold queen of England is looking in the glass;
The shadow of the Valois is yawning at the Mass;
From evening isles fantastical rings faint the Spanish gun,
And the Lord upon the Golden Horn is laughing in the sun.
 

Dim drums throbbing, in the hills half heard,
Where only on a nameless throne a crownless prince has stirred,
Where, risen from a doubtful seat and half attainted stall,
The last knight of Europe takes weapons from the wall,
The last and lingering troubadour to whom the bird has sung,
That once went singing southward when all the world was young.
In that enormous silence, tiny and unafraid,
Comes up along a winding road the noise of the Crusade.
Strong gongs groaning as the guns boom far,
Don John of Austria is going to the war,
Stiff flags straining in the night-blasts cold
In the gloom black-purple, in the glint old-gold,
Torchlight crimson on the copper kettle-drums,
Then the tuckets, then the trumpets, then the cannon, and he comes.
Don John laughing in the brave beard curled,
Spurning of his stirrups like the thrones of all the world,
Holding his head up for a flag of all the free.
Love-light of Spain--hurrah!
Death-light of Africa!
Don John of Austria
Is riding to the sea.
 

Mahound is in his paradise above the evening star,
(Don John of Austria is going to the war.)
He moves a mighty turban on the timeless houri’s knees,
His turban that is woven of the sunsets and the seas.
He shakes the peacock gardens as he rises from his ease,
And he strides among the tree-tops and is taller than the trees;
And his voice through all the garden is a thunder sent to bring
Black Azrael and Ariel and Ammon on the wing.
Giants and the Genii,
Multiplex of wing and eye,
Whose strong obedience broke the sky
When Solomon was king.

They rush in red and purple from the red clouds of the morn,
From the temples where the yellow gods shut up their eyes in scorn;
They rise in green robes roaring from the green hells of the sea
Where fallen skies and evil hues and eyeless creatures be,
On them the sea-valves cluster and the grey sea-forests curl,
 

Splashed with a splendid sickness, the sickness of the pearl;
They swell in sapphire smoke out of the blue cracks of the ground,--
They gather and they wonder and give worship to Mahound.
And he saith, "Break up the mountains where the hermit-folk can hide,
And sift the red and silver sands lest bone of saint abide,
And chase the Giaours flying night and day, not giving rest,
For that which was our trouble comes again out of the west.

We have set the seal of Solomon on all things under sun,
Of knowledge and of sorrow and endurance of things done.
But a noise is in the mountains, in the mountains, and I know
The voice that shook our palaces--four hundred years ago:
It is he that saith not ’Kismet’; it is he that knows not Fate;
It is Richard, it is Raymond, it is Godfrey at the gate!
It is he whose loss is laughter when he counts the wager worth,
Put down your feet upon him, that our peace be on the earth."
For he heard drums groaning and he heard guns jar,
(Don John of Austria is going to the war.)
Sudden and still--hurrah!
Bolt from Iberia!
Don John of Austria
Is gone by Alcala.

St. Michaels on his Mountain in the sea-roads of the north
(Don John of Austria is girt and going forth.)
Where the grey seas glitter and the sharp tides shift
And the sea-folk labour and the red sails lift.
He shakes his lance of iron and he claps his wings of stone;
The noise is gone through Normandy; the noise is gone alone;
The North is full of tangled things and texts and aching eyes,
And dead is all the innocence of anger and surprise,
And Christian killeth Christian in a narrow dusty room,
And Christian dreadeth Christ that hath a newer face of doom,
And Christian hateth Mary that God kissed in Galilee,--
But Don John of Austria is riding to the sea.
Don John calling through the blast and the eclipse
Crying with the trumpet, with the trumpet of his lips,
Trumpet that sayeth ha!
Domino gloria!
Don John of Austria
Is shouting to the ships.

King Philip’s in his closet with the Fleece about his neck
(Don John of Austria is armed upon the deck.)
The walls are hung with velvet that is black and soft as sin,
And little dwarfs creep out of it and little dwarfs creep in.
He holds a crystal phial that has colours like the moon,
He touches, and it tingles, and he trembles very soon,
And his face is as a fungus of a leprous white and grey
Like plants in the high houses that are shuttered from the day,
And death is in the phial and the end of noble work,
But Don John of Austria has fired upon the Turk.
Don John’s hunting, and his hounds have bayed--
Booms away past Italy the rumour of his raid.
Gun upon gun, ha! ha!
Gun upon gun, hurrah!
Don John of Austria
Has loosed the cannonade.

The Pope was in his chapel before day or battle broke,
(Don John of Austria is hidden in the smoke.)
The hidden room in man’s house where God sits all the year,
The secret window whence the world looks small and very dear.
He sees as in a mirror on the monstrous twilight sea
The crescent of his cruel ships whose name is mystery;
They fling great shadows foe-wards, making Cross and Castle dark,
They veil the plumèd lions on the galleys of St. Mark;
And above the ships are palaces of brown, black-bearded chiefs,
And below the ships are prisons, where with multitudinous griefs,
Christian captives sick and sunless, all a labouring race repines
Like a race in sunken cities, like a nation in the mines.
They are lost like slaves that sweat, and in the skies of morning hung
The stair-ways of the tallest gods when tyranny was young.

 They are countless, voiceless, hopeless as those fallen or fleeing on
Before the high Kings’ horses in the granite of Babylon.
And many a one grows witless in his quiet room in hell
Where a yellow face looks inward through the lattice of his cell,
And he finds his God forgotten, and he seeks no more a sign--
(But Don John of Austria has burst the battle-line!)
Don John pounding from the slaughter-painted poop,
Purpling all the ocean like a bloody pirate’s sloop,
Scarlet running over on the silvers and the golds,
Breaking of the hatches up and bursting of the holds,
Thronging of the thousands up that labour under sea
White for bliss and blind for sun and stunned for liberty.

 Vivat Hispania!
Domino Gloria!
Don John of Austria
Has set his people free!
  

Cervantes on his galley sets the sword back in the sheath
(Don John of Austria rides homeward with a wreath.)
And he sees across a weary land a straggling road in Spain,
Up which a lean and foolish knight for ever rides in vain,
And he smiles, but not as Sultans smile, and settles back the blade....

(But Don John of Austria rides home from the Crusade.)


 

Blancos los surtidores en los patios del sol;
El Sultán de Estambul se ríe mientras juegan.
Como las fuentes es la risa de esa cara que todos temen,
Y agita la boscosa oscuridad, la oscuridad de su barba,
Y enarca la media luna sangrienta, la media luna de sus labios,
Porque al más íntimo de los mares del mundo lo sacuden sus barcos.
Han desafiado las repúblicas blancas por los cabos de Italia,
Han arrojado sobre el León del Mar el Adriático,
Y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa,
Que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz.
La fría Reina de Inglaterra se mira en el espejo;
La sombra de los Valois bosteza en la Misa;
De las irreales islas del ocaso retumban los cañones de España,
Y el Señor del Cuerno de Oro se está riendo en pleno sol. 

Laten vagos tambores, amortiguados por las montañas,
Y sólo un príncipe sin corona, se ha movido en un trono sin nombre,
Y abandonando su dudoso trono e infamado sitial,
El último caballero de Europa toma las armas,
El último rezagado trovador que oyó el canto del pájaro,
Que otrora fue cantando hacia el sur, cuando el mundo entero era joven.
En ese vasto silencio, diminuto y sin miedo
Sube por la senda sinuosa el ruido de la Cruzada.
Mugen los fuertes gongs y los cañones retumban,
Don Juan de Austria se va a la guerra.
Forcejean tiesas banderas en las frías ráfagas de la noche,
Oscura púrpura en la sombra, oro viejo en la luz,
Carmesí de las antorchas en los atabales de cobre.
Las clarinadas, los clarines, los cañones y aquí está él.
Ríe Don Juan en la gallarda barba rizada.
Rechaza, estribando fuerte, todos los tronos del mundo,
Yergue la cabeza como bandera de los libres.
Luz de amor para España ¡hurrá!
Luz de muerte para África ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Cabalga hacia el mar.

Mahoma está en su paraíso sobre la estrella de la tarde
(Don Juan de Austria va a la guerra.)
Mueve el enorme turbante en el regazo de la hurí inmortal,
Su turbante que tejieron los mares y los ponientes.
Sacude los jardines de pavos reales al despertar de la siesta,
Y camina entre los árboles y es más alto que los árboles,
Y a través de todo el jardín la voz es un trueno que llama
A Azrael el Negro y a Ariel y al vuelo de Ammon:
Genios y Gigantes,
Múltiples de alas y de ojos,
Cuya fuerte obediencia partió el cielo
Cuando Salomón era rey.

Desde las rojas nubes de la mañana, en rojo y en morado se precipitan,
Desde los templos donde cierran los ojos los desdeñosos dioses amarillos;
Ataviados de verde suben rugiendo de los infiernos verdes del mar
Donde hay cielos caídos, y colores malvados y seres sin ojos;
Sobre ellos se amontonan los moluscos y se encrespan los bosques grises del
mar,

Salpicados de una espléndida enfermedad, la enfermedad de la perla;
Surgen en humaredas de zafiro por las azules grietas del suelo,-
Se agolpan y se maravillan y rinden culto a Mahoma.
Y él dice: Haced pedazos los montes donde los ermitaños se ocultan,
Y cernid las arenas blancas y rojas para que no quede un hueso de santo
Y no déis tregua a los rumíes de día ni de noche,
Pues aquello que fue nuestra aflicción vuelve del Occidente. 

Hemos puesto el sello de Salomón en todas las cosas bajo el sol
De sabiduría y de pena y de sufrimiento de lo consumado,
Pero hay un ruido en las montañas, en las montañas y reconozco
La voz que sacudió nuestros palacios -hace ya cuatro siglos:
¡Es el que no dice "Kismet"; es el que no conoce el Destino,
Es Ricardo, es Raimundo, es Godofredo que llama!
Es aquel que arriesga y que pierde y que se ríe cuando pierde;
Ponedlo bajo vuestros pies, para que sea nuestra paz en la tierra.
Porque oyó redoblar de tambores y trepidar de cañones.
(Don Juan de Austria va a la guerra)
Callado y brusco -¡hurrá!
Rayo de Iberia
Don Juan de Austria
Sale de Alcalá.

En los caminos marineros del norte, San Miguel está en su montaña.
(Don Juan de Austria, pertrechado, ya parte)
Donde los mares grises relumbran y las filosas marcas se cortan
Y los hombres del mar trabajan y las rojas velas se van.
Blande su lanza de hierro, bate sus alas de piedra;
El fragor atraviesa la Normandía; el fragor está solo;
Llenan el Norte cosas enredadas y textos y doloridos ojos
Y ha muerto la inocencia de la ira y de la sorpresa,
Y el cristiano mata al cristiano en un cuarto encerrado
Y el cristiano teme a Jesús que lo mira con otra cara fatal
Y el cristiano abomina de María que Dios besó en Galilea.
Pero Don Juan de Austria va cabalgando hacia el mar,
Don Juan que grita bajo la fulminación y el eclipse,
Que grita con la trompeta, con la trompeta de sus labios,
Trompeta que dice ¡ah!
¡Domino Gloria!
Don Juan de Austria
Les está gritando a las naves.

 El rey Felipe está en su celda con el Toisón al cuello
(Don Juan de Austria está armado en la cubierta)
Terciopelo negro y blando como el pecado tapiza los muros
Y hay enanos que se asoman y hay enanos que se escurren.
Tiene en la mano un pomo de cristal con los colores de la luna,
Lo toca y vibra y se echa a temblar
Y su cara es como un hongo de un blanco leproso y gris
Como plantas de una casa donde no entra la luz del día,
Y en ese filtro está la muerte y el fin de todo noble esfuerzo,
Pero Don Juan de Austria ha disparado sobre el turco.
Don Juan está de caza y han ladrado sus lebreles-
El rumor de su asalto recorre la tierra de Italia.
Cañón sobre cañón, ¡ah, ah!
Cañón sobre cañón, ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Ha desatado el cañoneo.

En su capilla estaba el Papa antes que el día o la batalla rompieran.
(Don Juan está invisible en el humo)
En aquel oculto aposento donde Dios mora todo el año,
Ante la ventana por donde el mundo parece pequeño y precioso.
Ve como en un espejo en el monstruoso mar del crepúsculo
La media luna de las crueles naves cuyo nombre es misterio.
Sus vastas sombras caen sobre el enemigo y oscurecen la Cruz y el Castillo
Y velan los altos leones alados en las galeras de San Marcos;
Y sobre los navíos hay palacios de morenos emires de barba negra;
Y bajo los navíos hay prisiones, donde con innumerables dolores,
Gimen enfermos y sin sol los cautivos cristianos
Como una raza de ciudades hundidas, como una nación en las ruinas,
Son como los esclavos rendidos que en el cielo de la mañana
Escalonaron pirámides para dioses cuando la opresión era joven;

Son incontables, mudos, desesperados como los que han caído o los que huyen
De los altos caballos de los Reyes en la piedra de Babilonia.
Y más de uno se ha enloquecido en su tranquila pieza del infierno
Donde por la ventana de su celda una amarilla cara lo espía,
Y no se acuerda de su Dios, y no espera un signo-
(¡Pero Don Juan de Austria ha roto la línea de batalla!)
Cañonea Don Juan desde el puente pintado de matanza.
Enrojece todo el océano como la ensangrentada chalupa de un pirata,
El rojo corre sobre la plata y el oro.
Rompen las escotillas y abren las bodegas,
Surgen los miles que bajo el mar se afanaban
Blancos de dicha y ciegos de sol y alelados de libertad.

 ¡Vivat Hispania!
¡Domino Gloria!
¡Don Juan de Austria
Ha dado libertad a su pueblo!

Cervantes en su galera envaina la espada
(Don Juan de Austria regresa con un lauro)
Y ve sobre una tierra fatigada un camino roto en España,
Por el que eternamente cabalga en vano un insensato caballero flaco,
Y sonríe (pero no como los Sultanes), y envaina el acero...


(Pero Don Juan de Austria vuelve de la Cruzada
.)