Blogia

La turuta del Titanic

Feliz Navidad

Feliz Navidad

Para tener presente la Navidad, traer a la conciencia el horror del aborto canonizado que nos ha propiciado el Innombrable e ir abriendo boca en el bicentenario de la que dicen emancipación  de las Américas, o cambio de amo, más bien, en el mejor de los casos, acaso haga bien traer a la vista la forma en que contaba el acontecimiento la vieja esclava de "El Altar", el pago de Don Fernando Fonta, en "Las Lanzas Coloradas", de Uslar Pietri. La ilustra "La matanza de los Inocentes", del colombiano Fernando Botero. 


 

"Cuando nació Papa Dios, estaba chiquito, chiquito como una parapara. San José carpinteaba y la Virgen rezaba el rosario. Pero ellos vivían en la hacienda de un hombre maluco que les echaba muchas lavativas a los pobres negros y a todas las gentes. Y va el Diablo y lo tienta. ¡Ave, María Purísima! Y el hombre maluco era el Rey, y estaba vestido de oro, con un gorro colorado, y vivía en una casa grandota, y tenía buenas mulas, y daba unos banquetes con casabe y cochino y guarapo. Pero el rey quería matar a Papa Dios antes que Papa Dios tuviera tiempo de montársele. Y va y le dice un día al mayordomo: "¡Mayordomo, venga acá! Usted va a salir ahorita mismo y me va a matar a todos los muchachos que haya. Ya lo sabe. Que no se salve ninguno". Y el mayordomo le dijo: "¡Ah Misia Carramajestad, así se hará!". Y salió y empezaron a matar muchachos. Daban grima ese sangrero y esa gritería y ese pilón de muertos. ¡Y mata y mata gente! ¡Y mata y mata gente! ¡Y mata y mata gente! Hasta que se cansaron. Pero a Papa Dios, ¡ah, caramba!, se lo había avisado un ángel y se salvó en su burro. Y entonces, el mayordomo fue a casa del Rey y dijo: -"¡Ay, Misia Carramajestad, ya los matamos a toditicos!". Y entonces, el rey dio un fiestón, donde chorreaban los dulces y la mantequilla; pero a mí no me tocó ni tanto así...".

Una visión de las Américas, a 200 años vista. Los antihéroes del Pasto.

Una visión de las Américas, a 200 años vista. Los antihéroes del Pasto.

A diferencia de la vecina ciudad de Popayán que ha dado a luz a ocho presidentes, Pasto sólo parece haber sido la cuna de antihéroes. Muchos colombianos ven a Pasto como una ciudad en los confines del mapa, por allá aislada del resto del país. Da la impresión de que nada importante para la historia de Colombia hubiera ocurrido allí. No hay, pues, una Convención de Pasto, ni un Acuerdo de Pasto, ni siquiera una Batalla de Pasto, como las hay de Ocaña, de Cartagena o de Boyacá.

La razón es que el capítulo de Pasto lo han borrado de los textos de historia. Se ha tratado de dejar en el olvido a los héroes locales que -seamos justos- algún reconocimiento merecen. El más pintoresco -y me atrevo a decir que el más importante- de los nativos de Pasto es Agustín Agualongo (1780-1824). Este "indio, feo y de corta estatura" (palabras de su biógrafo, el historiador pastuso Sergio Elías Ortiz), puso en jaque a lo más granado de los ejércitos republicanos. Su carrera militar se inició en 1811, a la avanzada edad de 31 años (a esa edad Sucre ya era gran mariscal y José María Córdova, general). Poco después fue la derrota y posterior captura del general Antonio Nariño, a quién los pastusos veían como un "hereje, masón, impío, verdadero poder de las tinieblas". La cruel ironía pastusa es que luego al departamento lo bautizarían con ese nombre.

Pero lo que de veras lanzó a la fama a Agustín Agualongo fueron sus actuaciones después de 1819, cuando la misma corona española había aceptado su derrota. En 1822, bajo el mando del español Benito Boves, (sobrino del célebre Boves que aterrorizó a los llanos), Agualongo le declaró la guerra a la república de Colombia, en defensa del rey Fernando VII y de la religión católica. Boves huyó poco después y Agualongo pasó a liderar una guerra de guerrillas que lo haría legendario: héroe para unos, villano para otros. Tomó Pasto en junio de 1823 y siguió hacia el Ecuador, donde fue derrotado por Bolívar en Ibarra. Nuevamente tomó Pasto en agosto de 1823 y una vez más en febrero de 1824. En su última batalla, en Barbacoas, se enfrentó al futuro cuatro veces presidente Tomás Cipriano de Mosquera, quien resultó herido gravemente en la quijada (de esta herida se derivaría su apodo de "Mascachochas"). Finalmente, Agualongo fue capturado por José María Obando en junio de 1824 y fusilado en Popayán el 13 de julio. El gran pecado de Agualongo -lo ven así los pastusos- fue su irrebatible lealtad de principios.

Por ésta y otras razones Bolívar nunca quiso a los pastusos; se refirió a ellos como: malditos, demonios, infames, malvados, infelices, desgraciados. Después de todo, en cercanías de Pasto ocurrió la más sangrienta de las batallas de independencia: la de Bomboná. Las bajas reportadas por el ejército patriota totalizaron 116 muertos y 341 heridos (compárese con 13 muertos y 53 heridos en Boyacá). Aunque los realistas pastusos perdieron más hombres, Bolívar se vio obligado a retroceder y cambiar sus planes en esa Campaña del Sur. ¿Quién ganó la batalla de Bomboná? La respuesta depende de la versión de la historia que usted lea.

En la misma línea de Agustín Agualongo -aunque bastante menos belicoso- está el jurisconsulto, historiador y escritor José Rafael Sañudo (1872-1943). Sañudo es tan pastuso que sólo una vez en la vida abandonó su ciudad natal, para viajar hasta el Valle del Cauca. Eso no fue obstáculo para que este polígloto autodidacto, que fue fundador de la Academia de Historia de Nariño, y candidato tanto a la Rectoría de la Universidad de Nariño como a la Corte Suprema de Justicia, conociera con propiedad los clásicos griegos y latinos. Pero lo que hizo famoso al doctor Sañudo fue su obra, publicada por primera vez en 1925, Estudios sobre la vida de Bolívar, más conocida simplemente como el Bolívar de Sañudo. En este libro -y basándose en argumentos históricos irrefutables- se retrata al Libertador como un sujeto que, además de mujeriego y psicológicamente inestable, era desmedidamente ambicioso, impulsivo y, sobre todo, premeditadamente cruel. El parangón que hace Sañudo de Bolívar con los "sanguinarios" Sámano y Morillo es dramático. "¡Pesa reciamente el alma de un pastuso, al narrar los crímenes de Bolívar y sus esbirros!" Sea como fuere, estamos acostumbrados a esas biografías de los héroes que sólo los ensalzan y nunca muestran sus defectos. Alguien -por ejemplo, Juan Manuel Santos- debería regalarle a Hugo Chávez este texto bolivariano que él seguro desconoce.

Y el último personaje de controversia, que aunque no nació en Pasto sí fue allí donde adquirió su fama, es San Ezequiel Moreno, canonizado por Juan Pablo II en 1992. Este sacerdote español fue designado obispo de Pasto en 1895. Para él los enemigos eran el demonio, los masones y los liberales: todos los liberales, especialmente los liberales católicos. "Sólo admitimos un liberalismo, malo, pésimo y condenado por nuestra Santa Madre la Iglesia." "Ser liberal es pecado" insistió hasta su muerte. Claro, eran otras épocas.

 

 

 

Una visión desde las Américas, a 200 años vista. El Taita Boves. ¡Viva España!, !muerte a los blancos!

Una visión desde las Américas, a 200 años vista.  El Taita Boves.  ¡Viva España!,  !muerte a los blancos!

Si la muerte no asustara

no se llamaría La Muerte 

tampoco la mala suerte 

de una lanza enamorada 

que en el campo de batalla 

deja a la muerte florida:

la muerte es la propia vida...

(del corrío de Boves)

 


 

Bolívar, descendía de una de las familias más antiguas de Caracas ligada a la aristocracia criolla del cacao, era un mantuano. A los 21 años ya había hecho tumultuosa y desaforada vida cortesana en Madrid junto con los marqueses del cacao y había viajado por Europa con gran lujo. Se relacionaba socialmente con la aristocracia a la que pertenecía. Obviamente, el mundo llanero, población con la que vivía Boves, le traía sin cuidado igual que el resto de castas.

El Taita Boves, José Tomás Boves, nació en Oviedo (España) en 1783 de familia muy humilde. Quedó huérfano de padre a los 5 años y su madre lo saca adelante, con mucho trabajo y privación. Se licenció en La Coruña del Servicio Real con el título de Piloto primero, tomando a continuación el mando de un mercante, el "Ligero", en el que después de dos años de navegación, desembarcó en La Guaira dejando la navegación y estableciéndose en la localidad de Calabozo. Con 15 años ya surcaba los mares. Ya en Venezuela Don Lorenzo Joves, le consiguió trabajo como guarda marinas en Puerto Cabello. Pero el dinero que ganaba, no le llegaba para mandarle a su madre y a sus hermanas a España. Por este motivo deja el puesto de guarda marinas y comienza a dedicarse al contrabando. Parece ser que como Inglaterra pretendía monopolizar el comercio entre Caracas y las Antillas en cuanto a carnes, pieles y ganado se refiere, los navíos españoles desafiaban estas restricciones, que fueron burladas en más de alguna ocasión y parece ser que Boves estaba entre los pilotos que así lo hacían, lo que sirvió para que, una vez denunciado, en el año 1804, fuera apresado y condenado por las autoridades a ocho años de cárcel en el castillo de Puerto Cabello. El amigo de su padre Joves, le buscó un buen abogado, al Dr. Germán Roscio y la pena le fue conmutada por el confinamiento en la ciudad llanera en Calabozo.

En Calabozo, se dedicó al negocio de la compra y venta de caballos que cazaba en los Llanos y tuvo una pulpería. En el año 1806, con 23 años, Boves gracias a su esfuerzo y su trabajo había alcanzado gran prestigio, en su pulpería se expedía de todo, desde casabe hasta escopetas. Tenía los mejores hatos del llano llenos de caballos y ganado vacuno. En estas faenas como criador de ganado, arriero y comerciante se desempeñaba José Tomás. Así fue como en los llanos, donde prosperaba salvaje y bravío el ganado vacuno y donde pastaban los caballos cimarrones a miles, se convirtió el marino en jinete, y de jinete pasó a centauro legendario. Le incomodaba la arrogancia de la oligarquía criolla y prefería la compañía de negros, mulatos, zambos e indios con los que convivía y trabajaba en los Llanos. El itinerario comercial de Boves era Píritu, San Sebastián de los Reyes, Valencia y San Carlos. Siempre pernotaba en Valencia en casa de María Trinidad, una mulata con la cual tenía un hijo. Su mejor peonada, eran los esclavos que a diario se escapaban de la opresión de sus amos mantuanos de Caracas, Maracay y Valencia. Y la otra gran mayoría de sus empleados, eran afro descendientes, indígenas nacidos en los llanos occidentales, que consideraban al Boves como un papá, como su protector espiritual, era por eso que le llamaban “El Taita”.

Llega el año 1810 y en Caracas estalla la llamada revolución “patriótica”. Y en plena revuelta independentista venezolana, una milicia mandada por el insurgente Juan Escalona (oficial de milicias que sería elevado á la clase de coronel por la Junta Suprema y que corriendo el tiempo, sería uno de los tres que junto a José Cristóbal Hurtado de Mendoza y Montilla y Baltasar Padrón, presidiría de forma rotativa el triunvirato del poder ejecutivo, establecido por el congreso de 1811, después de la Declaración de la Independencia) comisionado por “El Libertador” Bolívar, entró en el pueblo de Calabozo en busca de hombres, caballos y fondos, reclutando a Boves por la fuerza, Boves se les resiste, y es encarcelado, vejado, golpeado y expoliado de todos sus bienes. Lo que no se pueden llevar los insurgentes es incendiado injustamente. El Taita fue arrestado, acusado de alta traición a la revolución, fue encerrado en un calabozo, azotado y sentenciado a muerte, su pulpería fue quemada y sus haciendas confiscadas, su mujer, la mulata María Trinidad, fue violada y arrastrada por las calles de Valencia, mientras Boves estaba preso esperando el día de su ejecución en la plaza pública, en el cepo justiciero.

El “canalla de Escalona”, como lo denominaría con el tiempo el mismo Bolívar, estaba sembrando lo que más tarde recogerían de manos del mismo Boves y su ejército.

El español Monteverde, mandó a Calabozo a rescatar al llanero Boves, y así fue como ayudado por un indio amigo, perteneciente al ejército realista, Reyes Vargas, Boves obtiene la libertad y recluta un ejército que será el terror de los separatistas insurgentes en los dos años venideros. Cuando Boves es liberado, se le confiere en el acto el grado de capitán y el encargo de reclutar un escuadrón de leales al Rey. En una semana un escuadrón de 800 lanceros vuelve sobre el enclave de Calabozo, que al igual que casi todo el resto del territorio bajo el mando del Realista Monteverde y casi sin lucha, se pronuncia por España. Así fue como se alistó en el ejército realista y, en poco tiempo, se convirtió en uno de los mejores caudillos de Venezuela. Los llaneros mestizos, zambos y mulatos se unían en masa en sus filas en busca de justicia igualdad y libertad frente a la oligarquía criolla venezolana. En esos tiempos era el único blanco que les consideraba sus iguales. Le llamaban ’taita Boves’ (“papá Boves”).

A Boves le indignó la presencia de los mercenarios ingleses cuya Legión Británica Irlandesa hacía verdaderos estragos. El ejército criollo les permitía quedarse con las mejores casas y haciendas de los españoles, mientras que el Taita Boves las repartía entre sus soldados. También pasaban a familias inglesas muchos títulos nobiliarios de las familias venezolanas, lo que encendía la cólera del asturiano. El Taita Boves tampoco podía soportar el afrancesamiento de Bolívar.

Las masas de mestizos y mulatos lo convirtieron en un mito de esperanza, de justicia, de libertad y de igualdad. A Boves, lo que claramente le interesaba era la cuestión social más que el ejército en que luchaba. Los mulatos, los mestizos y los indios sabían que daba la vida por ellos. Era el reivindicador de las clases oprimidas contra la aristocracia criolla que hacía todo lo posible por no cumplir con las Leyes de Indias dadas por la Corona, donde se queda corta la Declaración de los Derechos Humanos de la Revolución Francesa.

El 15 de Junio de 1813, Bolívar, a nombre del ejército libertador emitió el llamado “Decreto de guerra a muerte”. Un decreto genocida que proclamaba que todos los españoles que no participaran activamente en favor de su independencia serían asesinadas.

Cuando Simón Bolívar firmó el “Decreto de guerra a muerte” contra los españoles y canarios, a estos últimos los estaba sentenciando a morir en la picota dos veces, una por españoles y otra por ser canarios, pero Bolívar con este decreto firmado en Trujillo el día 15 de Junio de 1.813, lo que hizo fue darle al enemigo los mismos derechos que él decía tener, o sea, si él podía matar sin piedad a todos los que habían nacido en España, o en las canarias, ellos también tenían ese mismo derecho; y eso mismito, era lo que iba a hacer José Tomas Boves el Taita.

El día 13 de septiembre de 1813, Boves se enfrentó en la batalla de Santa Catalina al ejército “patriota” comandado por Tomás Montilla. Cuentan que tumbado en una hamaca, junto a sus hombres, al frente del resplandor de las hogueras, que resguardaban los seiscientos prisioneros ganados en esa batalla, leía una y otra vez el decreto de guerra a muerte de Bolívar diciendo: “¡El gran carajo de Bolívar, él mismo se puso el título de Libertador…Y a estos pendejos les dice que viene en nombre del Congreso de Colombia!.“

El 23 de septiembre de 1813, tras derrotar a Bolívar en Calabozo, convirtió el Llano en una cantera inagotable de hombres y recursos al reunir un ejército de 15000 / 20000 hombres: indios, negros y mestizos. Vestía parcamente y comía y dormía con la tropa.  
 
El Coronel Vicente Campo Elías, español por cierto, del ejército “patriota” sería uno de los que llevaron a la práctica el Decreto de guerra a muerte. El tristemente célebre Vicente Campo Elías, nació en Villa de Soto (España) el día 17 de Octubre de 1.772, llegó a Venezuela en el año 1.801. Y se residenció en Trujillo, en donde ejerció como funcionario público al servicio de España. Este individuo era de tanta crueldad que, para complacer a Simón Bolívar en su decreto de guerra a muerte (halándole mecate a Bolívar), exclamó: “Después de matar a todos los españoles, me degollaré yo mismo para que no sobreviva nadie de esta maldita raza” y, para que todos supieran que lo que decía era verdad, el Coronel Campo Elías, ordenó la muerte de sus propios padres y de uno de sus tíos, fieles a la Corona de España.

Pero no sería el único caso y está documentado como en 1814, 800 prisioneros favorables al ejército realista, incluidos los enfermos, fueron ejecutados en Caracas y La Guaira por orden expresa de Simón Bolívar. Prisioneros indefensos, entre ellos ancianos y niños. Fueron ajusticiados con lanza, machete o sable, del 8 al 16 de febrero de 1814. Aunque esto nadie lo recuerde igual que no se recuerda el ajusticiamiento de Piar o la entrega de Miranda o...

Pero retrocedamos nuevamente a la Batalla de Mosquiteros, el 14 de octubre de 1813, en la que este Coronel Campo Elías del ejército de Bolívar ordenó el degüello de 400 llaneros negros del ejército del Taita Boves a los que había hecho prisioneros.  
 
El Taita Boves fue derrotado en la batalla de Mosquiteros, porque el hombre de su mayor confianza Boada lo traicionó, pasándose al ejército “patriota”. El Taita se salvó milagrosamente llegando al guayabal, donde lo esperaba el resto de su destruido ejército, las noticias que le iban llegando eran aterradoras.

se mismo día 14 de Octubre de 1.813, tras la Batalla de Mosquiteros, el Taita Boves, juró de rodillas delante del charco de sangre donde los “patriotas” habían degollado a sus 400 llaneros darle la plena libertad a todos los esclavos negros y pardos, indios, cimarrones y mulatos y, repartir entre ellos las propiedades de todos los mantuanos criollos oligarca. Juró que pondría al caraqueño Simón Bolívar a bailar joropo.

Simón Bolívar, fue a jurar al Monte Sacro a Roma la libertad de Venezuela, bebiendo vasos de vino del bueno, en compañía de su profesor Simón Rodríguez. Boves, juró en Calabozo, en el corazón del Llano, darle la libertad a todos los esclavos y darle los mismos derechos que tenían los blancos bebiendo “guarapo de caña”.

Mientras que José Tomas Boves sufría los horrores dejados por la batalla de Mosquiteros, en Caracas, ese mismo día 14 de octubre, la municipalidad en un Cabildo extraordinario, convocado en la iglesia de San Francisco, proclamaba a Simón Bolívar como Capitán general de los ejércitos patriotas y, le conferían el título de Libertador de Venezuela.  
 
Los mantuanos no sabían para donde mirar ya que las noticias que llegaban de Guárico no coincidían con eso de que Simón Bolívar había libertado a Venezuela. Se decía, que un tal Boves, que los negros, pardos, zambos e indios llamaban Taita, venía cortando cabezas a todos los mantuanos blancos que se le atravesaban.

Mientras Bolívar seguía con su protocolo, pidiendo el reconocimiento de libertadores para José Félix Rivas, Anastasio Girardot, Rafael Urdaneta, Campo Elías y otros, que le acompañaron en su “Campaña Admirable”.

Allá muy lejos en el corazón del Guárico en guayabal, Boves le decía a su ayudante y amigo el indio Eulogio: “Tú verás como corren delante de mi toda esta cuerda de cobardes libertadores de pacotilla patriótica”.

Simón Bolívar “el libertador” se dedicaba a dictar decretos a diestra y siniestra, y la gente empezaba a culparlo a él y a Miranda de la situación que se vivía.

Todos conocían para entonces la historia de la mulata María Trinidad en Valencia, la mujer de Boves y no dejaban de llegar historias de cómo los llaneros de Boves linchaban a sus enemigos en honor de ella.

Los Canarios que habían sobrevivido a la matazón de la Guaira, de la Pastora y de la plaza mayor, se habían refugiado en las montañas, buscando las cercanías de las poblaciones de los Teques, Carrizales, San José, San Antonio y Baruta; Los rumores que corrían, eran que la guerra se estaba radicando entre los canarios, pardos, indios y negros representados por el Taita Boves y los mantuanos y criollos, representados por Simón Bolívar.  
 
Y mientras el ejército de Boves avanza camino de la puerta del llano, junto a su ejército llanero, dispuesto a vengar a sus compañeros degollados en la Batalla de Mosquiteros. Allí era donde lo iban a esperar Bolívar, Mariño, Rivas, Bermúdez, Jalón Escalona, Isaba, Sena, Cedeño, Monagas, Espejo, Sucre y Freitas, con todo su ejército.

El 9 de junio de 1814, después de seis días de marcha, Boves junto a su ejército entró en la ciudad de Ortiz que se entregó sin resistencia y los vecinos mayoritariamente ricos mantuanos hicieron cuantiosas donaciones y juraron lealtad al Rey de España y al Taita Boves. Esa madrugada salió el ejército camino de San Juan de los morros y a la media noche del día siguiente Boves mandó a citar a los notables en el Ayuntamiento. Asistieron unos cuarenta matrimonios, embutidos en sus mejores galas. A las doce en punto, se apareció Chepino González con ochenta hombres cargados con sus lanzas y comenzó el degüello. Esta historia es cierta y sobran más comentarios.

Los insurgentes comandados por Simón Bolívar, tenían 2500 hombres, y tomaron posiciones en el “Abra de la Puerta”, a la entrada de los llanos. El mismo número de hombres que tenía Boves en la batalla de Mosquiteros. Pero en esta oportunidad, el Taita contaba con 8000 llaneros dispuestos a vengar la muerte de sus 400 compañeros degollados y con la experiencia del fracaso en Mosquiteros por la traición de Tomás Boada, recientemente ajusticiado.

Simón Bolívar, al enterarse del fracaso del Teniente Coronel Tomas Montilla en el caño de Santa Catalina, en donde había perdido seiscientos hombres envió para enfrentar a Boves al Batallón Barlovento, comandado por el Teniente Coronel Vicente Campo Elías, y al Teniente Coronel Ustáriz. En Villa de Cura Campo Elías, incorporó a su ejército, los hombres escapados de Santa Catalina y en el Sombrero, se le incorporaron los Tenientes Coroneles: José María Mayas, José María Torres y el Capitán Manuel Cedeño.  
 
De San Juan de los Morros a la entrada de la Puerta, va un poco más de una legua de camino. Es toda una ancha explanada, que se angosta bruscamente al llegar al “Abra” por donde baja presuroso el río Guárico. Nueve cañones patriotas estaban allí. La artillería estaba comandada por Jalón, quien fuera antiguo compañero de Boves en Puerto Cabello. El Batallón Aragua, bajo el mando del Comandante Antonio María Freitas, se alinea al pie de los cerritos, donde más arriba está Jalón con sus cañones. A la derecha de Jalón, se coloca la caballería. Son tres escuadrones de Barcelona, Maturín y Alto llano. Todos están constituido por tropas orientales. En medio del camino, defendiendo el paso, se situó el resto de la infantería y otros hombres treparon hacia las alturas, para coger en fuego cerrado a las tropas del realista Boves, si por casualidad rompe el tapón que le han puesto a la entrada de la “Abra”, o de la Puerta. Cuando están a punto de coronar la cima, una descarga de fusilería proveniente de las tropas de Boves, los tira cerro abajo. El asturiano previsor, se les había adelantado, y la retirada hacia la Villa de Cura se les había hecho imposible.

Primera vez que en la historia de toda la guerra de la Independencia, se encuentran tantos jefes “patriotas” reunidos, para enfrentar a un solo comandante, al Coronel José Tomás Boves el “Taita de los llanos”. Comienza la Batalla y avanza la infantería realista hacia los cerritos donde está Diego Jalón. Resuena la artillería. Más de treinta hombres caen en la primera andanada. El Batallón Aragua, al mando de Freitas, descarga su fusilería. La gente de Boves está siendo diezmada. La caballería espera, es el momento de aniquilar a la caballería de Boves que huye presurosa. Un estruendoso y largo trueno de cascos se desprende de la Puerta hacia San Juan de los Morros. Mil caballos al galope avanzan como un ariete contra los realistas del Taita que huyen en desbandadas. Y la victoria para los patriotas de Bolívar parece segura. Pero de pronto aparece el grueso de la verdadera caballería de Boves, que no come cuento y que estaba oculta tras los matorrales lanza en ristre. Más de dos mil lanceros arrollan en un instante a las tropas patriotas que ya se creían vencedoras. Buena parte son lanceados, otra parte rodeadas, y otros salen huyendo al galope. El Batallón Aragua, se bate en retirada. Diego Jalón, desde sus alturas los ve venir una descarga de sus baterías pone fin a una docena de lanceros que se les venía encima a los orientales. Pero es inútil. Otro Batallón de lanceros de Boves, vuelven de nuevo a la carga y, van cayendo los soldados de Mariño.

Freitas clava la bandera en tierra, y con una pistola se salta la tapa de los sesos. Su Batallón es finalmente destrozado. Jalón vuelve a descargar sus cañones. Pero de repente comienzan a caer alrededor suyo los hombres que sirven a sus cañones. Jalón no entiende, no sabe de dónde viene el fuego, pero no tarda en descubrirlo. Detrás de él, en los cerritos que están a sus espaldas, disparan contra él y le invitan a rendirse.  
Jalón mira en rededor suyo. La infantería ha sido diezmada. Parte de la caballería ha quedado inútil envuelta por los lanceros de Boves, y el resto ha huido vergonzosamente. Sin inmutarse saca el sable de su vaina, y coloca un pañuelo blanco en su punta, se lo enseña al enemigo, mientras manda a sus hombres que se rindan. Con las manos en alto, los vieron llegar.

La Batalla terminó en una colosal derrota para los insurgentes patriotas. Doscientos muertos, trescientos heridos y quinientos prisioneros, fue el cálculo primero que hizo el canario Morales.

Simón Bolívar y su estado mayor, que se libraron milagrosamente de ser capturados, salieron a millón en una huida feroz. En dos horas recorrieron las cuatro leguas que los separaban de la ciudad de la Victoria.

La Batalla de la Puerta le había costado a los “patriotas”, liderados por Simón Bolívar, más de mil muertos, y mil quinientos soldados puestos en fuga, incluyendo a Simón Bolívar, Mariño y a toda su plana mayor, con la sola excepción del Coronel Freitas, que él mismo se voló la tapa de los sesos, y Pedro Sucre, que fue conducido junto con Jalón a lomo de mula a Villa de Cura. Nunca antes en Venezuela se había organizado una estampida tan significativa históricamente de los “patriotas”. En donde Bolívar era el primero en correr, “paticas pá que te tengo”. Nadie debiera glorificar a ningún “Prócer” de la Independencia de Venezuela de la 1º y 2º República por grande que haya sido su participación en ellas puesto que según la historia, todos sin excepción, “tienen rabo de gamelote”.

La Batalla de la Puerta de los Llanos, convirtió al Taita en el caudillo de los llanos occidentales. Dos horas duró la huída desde la Puerta del Llano a la ciudad de la Victoria del “libertador” Bolívar y de sus coroneles Mariño, Rivas, Monagas, Bermúdez, Isaba, Sena Escalona y Cedeño. Fueron apresados Jalón y Sucre. Freitas se suicidó.  
 
Boves y su ejército seguía imparable. Y Bolívar, ante las noticias que llegaban, ordenó una nueva “Campaña Admirable” a todos los mantuanos de Caracas: les ordena la emigración a Oriente (¡veámonos, les dice, para no salir de Caracas, como dicen, volando transformados en zamuros!)

El día 05 de Julio de 1814, 800 hombres de la columna de Chepino González, llegan a las Adjuntas, donde los paró José Félix Rivas. Ese mismo día, la gente del mulato Machado, ha llegado hasta los “Anaucos” en el camino del Tuy, en la tarde los pardos y negros de la Guaira, a punta de tambor, comienza la matanza general de blancos. Caracas está perdida. En la Iglesia de San Francisco, se ha decidido finalmente huir en la madrugada camino de oriente. 20000 personas, las tres cuartas partes de la población de Caracas, se aprestan para la fuga. La emigración se puso en marcha, el día 6 de Julio de 1814. 20000 caraqueños, todos de las mejores familias blancas mantuanas salieron hacia Barcelona.  
 
Había derrotado, junto a sus llaneros, a Bolívar y a Mariño en la Puerta y se apoderó de Caracas, donde se le nombró capitán general de Venezuela. Organizó un nuevo gobierno realista, persiguió a los patriotas y derrotó a Ribas y Bermúdez en Úrica. Pero en esa batalla Boves murió de un lanzazo, luchando cuerpo a cuerpo junto a sus hombres. Eran los finales del año 1814. Boves tenía 32 años.

A Bolívar le quedaban aún algunos años de vida. Jamás dudó de su fe republicana en la que San Martín, hijo del embajador español de Argentina, no creyó nunca. Murió en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830, a la una de la tarde, en una cama en la quinta San Pedro Alejandrino, propiedad del español Joaquín Mier, a la edad de 47 años, repudiado por aquellos a quienes había "libertado" y maldiciendo la anarquía en la que se encontraban esos países "libertados" por él.

La aristocracia criolla ganó la independencia de España, pero los amigos de José Tomás Boves, los indígenas, negros, pardos y resto de castas, quedaron sin redimir y desprotegidos de las Leyes de Indias, que fueron suprimidas. El grito de la independencia era igualdad, libertad y fraternidad, pero para esos seres humanos era papel mojado. Tal era la situación que Santander, encargado de organizar el nuevo Estado, temió, por un momento, que en Venezuela se repitiera lo mismo que sucedió en Haití. En dos ocasiones, desde el Perú, se intentó la vuelta de los Borbones.

La persecución sistemática de los grupos más vinculados con la metrópoli trajo como consecuencia la ruptura de las antiguas estructuras, la trasformación de los sistemas mercantiles que cayeron en manos de los ingleses. Liverpool reemplazó a Cádiz. Sus manufacturas aplastaron a los productos artesanales locales de los que vivían miles de personas y eran fabulosos. Los sarapes de Glasgow eran en Saltillo más baratos que los del mismo Saltillo y los ponchos de Manchester, más baratos que los de la Pampa y el Perú. Lo mismo puede decirse de la cuchillería y los tejidos de algodón, etc.

Otra de las graves consecuencias de la ruptura de la antigua estructura fue la militarización que perpetuará la revolución, pues, terminada la lucha, todo quedó gravitando en torno al poder militar. La violencia, pues, fue la herencia más visible de la revolución en toda Hispanoamérica una vez desaparecida su unidad.



“Los que recuerdan los tiempos del imperio -dice Tulio Calperín- en que era posible recorrer sin peligro una Hispanoamérica desde Alaska hasta la Patagonia, casi vacía de hombres armados, tienden a tributar a los hombres españoles una admiración que termina en forma de culto de su sabio régimen”.

Bolívar, después de largos años de experiencia, se dio cuenta de este problema, pero ya era tarde. La guerra de la independencia fue un gravísimo error. Error que aún hoy en día seguimos pagando.

Y yo afirmo, esa es mi opinión, que fue Boves el representante del pueblo llano de Venezuela. Y no el “libertador” y los “próceres” de la nueva República: mantuanos, oligarcas, terratenientes y mercenarios extranjeros. Hora es de poner a cada cual en su lugar.


El Asami

Lecciones de Historia. Miguel D´Ors.

Lecciones de Historia. Miguel D´Ors.

(Me permito dar la tabarra con Miguel D´Ors, nieto de Don Eugenio. Hay que leerle. No es pena. Pero si lo fuera... valdría la pena.)


 

 

INCIPIT LIBER

 

En el nombre de Dios -ojo: no del Gran Todo,

no del Gran Manitú ni el Punto Omega

ni del dios (Dios me libre) deseado

y deseante de ciertos camarotes de seda-,

en el nombre del Padre que fizo toda cosa,

en el nombre del solo

Dios verdadero, el Dios de los profetas

hirsutos y los vastos patriarcas,

el de Inés y Cecilia,

sexo débil más fuerte que todas las legiones,

el Dios que sostenía la sonrisa

de Tomás Moro bajo el hacha negra,

el Dios de Louis Pasteur, el de Gaudí, de Chesterton,

de los analfabetos como yo,

el Dios de las amebas, de los Tronos

y las Dominaciones,

del simún y el Museo Británico, comienzo

esta declaración, esta memoria

del desolado tiempo que he vivido.

 

Que Él ponga en mis palabras una chispa de

Su innombrable fuerza.

 

I

La segunda mitad del siglo XX

era más pertinaz que una sequía

de los años 40.

 

Tenían -¿cómo no!- las Cinco Vías

de Tomás, el inmenso aventurero,

tenían los ocasos de Granada, el acorde

de octubre en los hayedos de Zuriza,

tenían a Audrey Hepburn (y a Raquel Welch), tenían

el Cervino, Florencia,

la Sexta Sinfonía de Beethoven,

el cielo azul -que es cielo y es azul-,

el silencioso grito de un minuto cualquiera

de la Madre Teresa de Calcuta...

 

Tropezaban con Dios en cada cosa:

un niño: Dios; una gaviota: Dios;

una mujer que dice -yo también-:

Dios; un buen verso: Dios. Pero eran ciegos,

sordos, inexplicables,

y negaron a Dios como quien niega

el mar o las manzanas.

 

II

La segunda mitad del siglo XX

no tuvo Dios ni dioses, ni siquiera

un poste de colores como Caballo Loco,

que ser menos salvaje que hombre blanco.

 

Y vino lo que vino:

si Dios no existe, el hombre es un fosfato

(un fosfato que vota, miren qué delicado).

 

Si Dios no existe -déjense de bromas-

­no existen argumentos contra el horno

crematorio, el Gulag, la clínica asesina,

la bomba de neutrones, las Brigadas

Rojas, los Mao-Tse-Tung...

Si Dios no existe ¿quién me dice a mí

que no me cague en todos los restantes fosfatos?

Si Dios no existe, sálvese quien pueda.

Si Dios no existe, el Mandamiento Nuevo

es “jodeos los unos a los otros”.

 

Considerad, hermanos, con qué fidelidad

lo cumplió la segunda mitad del siglo XX.

 

III

La segunda mitad del siglo XX

la humanidad del hombre dimitió.

 

¿Para qué molestarse en decir no

con la palabra no? Mejor con metralleta,

John Kennedy, mejor con rifle, con pistola,

con granada de mano.

¿Por qué esperar al punto

final para acabar la discrepancia,

Bob Kennedy, pudiendo terminarla

con un tiro?

 

¿Por qué pedir justicia

con razones, pudiendo, Martin Luther,

pedirla con un kilo

de Goma-2?

 

¿Por qué perder el tiempo

en ser humanos, Aldo Moro, José María

Ryan, Manuel Expósito, almirante Carrero,

Anwar El Sadat, por qué, muertos y muertas

cuyos nombres se mezclan y confunden

en el olvido igual que las mandíbulas,

los zapatos, los trozos de chatarra, los dedos

en el súbito asfalto ensangrentado,

por qué perder el tiempo en ser humanos

pudiendo ser un cóctel Molotov,

un Cetme, una PO-3, un artilugio?

 

IV

La segunda mitad del siglo XX

llevó la compasión a un grado alejandrino.

 

Para ayudar al viejo de lentos sufrimientos,

nada tan tierno como asesinarlo.

 

Para que no haya niños de mirada famélica,

eliminar los niños.

 

Durante la segunda mitad del siglo XX

el crimen fue la forma más sublime

de la filantropía.

 

V

La segunda mitad del siglo XX

proclamó la bandera de la paz y la vida:

la vida de Mick Jagger,

la vida de Alí Agca, la de Charles

Manson, la de Bokassa,

la de José Rodríguez, son sagradas;

la vida de las focas y la de las sequoias

y hasta la vida de los vietnamitas

son sagradas, etcétera...

Muy bien, señores,

pero mientras el Universo se llenaba

de palomitas rosas, mientras todos ustedes

hacían el amor y no la guerra,

en cada útero un Auschwitz, un Dachau, un Stalin,

un Führer, un Vietnam, un Paracuellos,

un negro y fiero y ciego bombardeo.

Todo legal, no sufra, todo a cargo

de la Seguridad Social, naturalmente.

 

Cinco, veinte, sesenta millones, ochocientos

millones de personas -Dios lleva cuenta exacta-

­asfixiadas, quemadas, trituradas

(con absoluta higiene y música ambiental

para que nadie diga).

Yo he escuchado sus llantos diminutos,

he visto sus milímetros de espanto,

sus deditos de leche desvalida

moviéndose en el cubo funerario.

 

Yo levanto estos versos como un volcán de rabia

y grito a las estrellas

que el mayor genocidio de este planeta fue

la segunda mitad del siglo XX.

 

VI

La segunda mitad del siglo XX

fue una escena de cama

de dimensiones cósmicas.

 

El Arte fue la cópula,

la Cultura la cópula,

la Diversión la cópula

y la Revolución también la cópula.

 

Allí todo fue copula-copulae... Todo menos

la cópula, que fue

durante la segunda mitad del siglo XX

sodomita, enfundada, interrupta, egocéntrica,

auricular, estéril, solitaria,

informática, teledirigida,

only for women, multitudinaria,

etcétera, etcétera, etcétera...

De todas las maneras

inferior a los perros.

 

VII

La segunda mitad del siglo XX

se propuso llegar al Paraíso

ahorrándose el viaje.

 

Ser Agustín sin recorrer de bruces

todo el dolor que media

entre el robo de peras y la visión beatífica;

ser Francisco de Asís sin merecerlo

por el hambre y el no y el parecido

con los lirios del campo;

ser -ay- Juan de la Cruz sin noche oscura

ni cadenas voraces ni dolencia de amor;

ser María Goretti, pero llegando a un trato.

Ver a Dios sin limpiarse el corazón.

 

Para volar tan alto,

tan alto, les vendieron un atajo:

pastillas, sobrecillos, jeringuillas,

perfectos sucedáneos -pensaban- de la ascética.

Ascética sintética.

 

Una fumata, tío, y el éxtasis. Un sorbo

de este rollo y las ínsulas extrañas.

Un pinchacillo aquí y escuchas en diez pistas

el hosanna de oro de los coros angélicos.

 

Lo malo es que el atajo era mentira.

Lo malo es que aquel cielo era mentira.

Lo malo es que la puerta que Ferlinghetti & Dylan,

Limited (very limited) cantaban

los condujo -mentira, “Lasciate ogni speranza”-

­al Horror infinito.

 

VIII

La segunda mitad del siglo XX

fue amiga de los ríos y los quebrantahuesos,

de la ballena azul y los otoños,

de la gentiana Clusii y el Yosemite Valley.

 

Muy bien. Me apunto a todos esos bosques,

a las corrientes aguas

puras, al Aconcagua, a las aves ligeras;

me apunto a todo locus más o menos amoenus;

al lupus homini homo, si esto le hace feliz.

 

A lo que no me apunto es a después

de tanta historia con Mamá Natura

asesinar 1.000 niños ustedes ya me entienden.

 

A lo que no me apunto es a morir,

igual que Jimi Hendrix,

con catorce pinchazos diz que de paraíso

debajo de la lengua.

A lo que no me apunto ni borracho

es a clamar por la Naturaleza

con un dispositivo en la vagina,

una funda de plástico ya saben,

un kilo de pastillas en el alma

y millones de hermanos que no llegan

a especie protegida.

 

 

IX

La segunda mitad del siglo XX

dijo que la Verdad no era verdad,

que cada cual con su opinión, y todos

a ser homini lupus en paz y compañía.

 

No es verdad que hoy es martes,

no es verdad esta lluvia, no es verdad Paraguay

ni mi bigote ni sus estornudas

ni dos y dos son cuatro: todo son opiniones.

Usted hoy se ha comido un plato de opiniones

-perdón, una opinión

de opiniones (tampoco voy a imponerle el plato)-;

a usted, cuando se sienta,

le pica esa opinión que le ha salido

en toda la opinión.

 

Pero ¿qué digo usted!

Usted es solamente

una opinión. Yo soy una opinión.

Esto es sencillamente

una conversación entre opiniones.

 

X

La segunda mitad del siglo XX

atinó con la Llave

de la Sabiduría: un hombre, un voto.

 

El manejo es sencillo:

un drogadicto, un voto; un premio Nobel,

un voto; dos maricas, dos votos; un apóstol,

un voto; un loco, un voto; un cuerdo, un voto;

William Shakespeare, un voto; Pedro Pérez, un voto;

Santa Teresa, un voto; Charles Manson, un voto;

Platón, un voto; Claudia Cardinale,

un voto; usted, un voto.

 

Acto seguido

una rápida suma, y miren qué sencillo

fue para la segunda mitad del siglo XX

el Wahrheitserkenntnisweg.

 

XI

La segunda mitad del siglo XX

funcionó por razones

que la Raison jamás conocerá.

 

Pero yo sí conozco algunos casos,

freres humains qui apres nous vivez:

Andrés se hizo fascista por profundos

motivos de peinado,

Yvonne marxista porque las milongas

de los Quilapayún, Pedro bakuninista

por Margarita, Plácido católico

por, afición al órgano (en el mejor sentido),

Giambattista se hizo socialista

dicen que por la rima, Doña Pura

testigo de Jehová por una minipimer,

Juan y Pedro mormones por razones

de estricta sastrería.

 

Insondables abismos del organismo humano:

durante la segunda mitad del siglo XX

nadie fue calvinista por Calvino,

ni sartriano por Sartre, ni budista por Buda,

sino que por, o sea, que sentían

un no sé qué, que quedan balbuciendo

aquellos antropoides.

 

XII

La segunda mitad del siglo XX

fue mediocre también en la herejía.

 

Pensemos en los grandes

clásicos del error, profesionales

como Pelagio, Arrio,

Lutero, Hus, Calvino: arduos años en trato

con la Biblia y los Padres de la Iglesia,

orando en penumbras temblorosas,

pasando doctorados, sínodos, conclusiones...

De repente una idea infernal: el filioque,

la sustancia, distingo, de humanitate Christi...

Advertencia, Tractatus, advertencia, concilio,

más advertencia, insumisión, condena

y el final conocido:

pregonero, tambores, las calles agolpadas

y una fogata multitudinaria

cuyos fulgores crepitaban años

y años en las memorias campesinas

y se perpetuaban en trovos y consejas.

 

Durante la segunda mitad del siglo XX

todo fue más chapuza: el padre Van der Buden

a base de ir en cueros entre los tulipanes

dijo no sé qué cosa (ni él tampoco

debió saberlo mucho). A Don Hans Kraus

le bastó con algunas mugres tercermundistas

de Der Spiegel. A Paqui Rodríguez, peluquera

de Mula (Murcia, España), se le ocurrió su cisma

bajándose el tirante del bikini

al borde de un cubata perezoso.

 

También incompetentes

para el mal. Ni siquiera merecían

el honor de una hoguera.

 

XIII

La segunda mitad del siglo XX

dio pasos de gigante.

 

Hubo no obstante algunos reaccionarios,

gentes que se negaron a avanzar con su tiempo

-una monja ruinosa de Calcuta, unos papas,

Escrivá, Solzhenitsyn, Lech Walesa,

Jérome Lejeune y otros,

sin olvidar los pérez con sus codos gastados

en el amargo roce de los lunes y martes

y unos pocos millares de silencios postrados

bajo la lucecita latiente del Sagrario-,

gentes insolidarias, no cabe duda,

gentes

reacias a vivir a cuatro patas

y a dar aquellos pasos de gigante

camino de la nada.

 

Nadie lo supo, y ellos sostenían

la máquina del mundo.

Luminosos rebeldes, ellos fueron

el rumbo de la Historia

durante la segunda mitad del siglo XX.

 

SALMO FINAL

Grandes son Tus hazañas, Señor, fuerte Tu brazo:

Tú salvaste a Tu pueblo de la lluvia de napalm,

de los tanques del Pacto de Varsovia,

de Nixon, de Jomeini, de Fernández Ordóñez.

 

Señor, Tú nos libraste de los que nos traían

la libertad en sus cañones, Tú

has sacado a Tu pueblo intacto de las fauces

de Kruschev, de la CIA, de Playboy, de Alí Agca.

 

Tu fuerza no la vencen los missiles

ni L ’Etre et le Néant

ni Gaddafi ni la Trilateral.

 

Tu amor no tiene fin, Señor: Tu pueblo,

que atravesó el desierto y el Mar Rojo,

también logró pasar -mayor prodigio-

­la segunda mitad del siglo XX.

 

Octubre de 1981.

 

El mucho valor de la imagen, el menguado valor de la palabra.

El mucho valor de la imagen, el menguado valor de la palabra.

Una imagen vale más... Lo acredita este dibujo de El Roto.

La violación de una niña de once años. Ignacio de la Torre.

La violación de una niña de once años. Ignacio de la Torre.

Una niña de 11 años violada

El 2 Julio de 1187 los principales dignatarios del ejército cristiano que combatía a Saladino en plena guerra por el control de Jerusalén y Tierra Santa debatían en Seforia (cerca de Nazaret) una decisión trascendente. Las fuerzas de Saladino habían tomado Tiberiades, a cuatro jornadas al norte, y la condesa de Trípoli ofrecía en la fortaleza de la ciudad la última resistencia junto a unos cuantos caballeros. 

El ejército cristiano había salido de Jerusalén para enfrentarse a las tropas de Saladino, y sus líderes debían decidir si acudir o no en defensa de la fortaleza sitiada.  El debate fue agrio. Un movimiento al norte entrañaba un gran peligro, ya que se alejaban de las fuentes de agua, y se arriesgaban a enfrentarse a Saladino sin este esencial suministro. 

Por su parte, los hijos de la condesa emocionaron al consejo rogando entre lágrimas que el ejército rescatase a la gallarda dama que resistía valientemente a orillas del lago. 

Finalmente, en una de las decisiones militares más descabelladas de todos los tiempos, el Rey Guido optó por marchar al norte, y tanto las órdenes militares como la mayoría de los nobles obedecieron sin tener en cuenta que la mayoría de ellos pertenecía a diferentes naciones que las de las tropas asediadas. 

Sabían que cabalgaban hacia la muerte. 

El 4 de Julio tuvo lugar la sangrienta batalla de los Cuernos de Hattin, donde el potente ejército cruzado, sediento y sin fuerzas, fue prácticamente aniquilado por la brillante táctica de las fuerzas musulmanas, que pronto reconquistarían Jerusalén y la mayoría de Tierra Santa.  A 300 caballeros de las órdenes militares que fueron apresados vivos se les ofreció la conversión al Islam o la muerte.  299 murieron degollados cantando el “miserere”.

¿Por qué el Rey Guido y el consejo de nobles tomaron tal decisión?  Desde nuestra óptica de seres del siglo XXI la lógica para no marchar al norte es aplastante.  Sin embargo, para juzgar acciones del siglo XII corresponde entender la mentalidad de aquel tiempo. Y esa mentalidad, a veces espantosamente ignorante y cruel, también otorgaba un enorme peso al honor. Los caballeros tenían que cabalgar al norte porque una dama estaba sitiada, ofrecía una heroica resistencia y a punto de caer en manos enemigas. No había otra opción para la reputación del ejército y de sus caballeros. Por la misma razón 299 templarios y hospitalarios prefirieron la muerte a la traición que significaba la apostasía.

Hace unos días leí con horror las crónicas de los marineros liberados del Alakrana. El patrón narraba con impotencia cómo el peor día del secuestro había sido aquél en el que entablaron contacto con un buque griego apresado hace seis meses. La desdichada tripulación es de Ucrania. No tenían para alimentarse. La cocinera, embarcada junto a su marido y su hija de 11 años, había sido violada, resultado embarazada, y abortado sin ningún tipo de cuidado médico. La niña de 11 años, era violada por niños piratas drogados. El marinero español no podía olvidar las súplicas de la madre para que se llevaran a su hija.

Tampoco podía olvidar la mirada infinitamente triste de la niña cuando los españoles se alejaban.

He pensado sobre esta imagen de la niña violada y me ha inundado la melancolía. También el recuerdo de ese caluroso Julio de 1187. Y siento vergüenza de comprobar cómo los europeos hemos cambiado. Si aquél consejo se hubiera reunido hoy en Bruselas, probablemente se hubiera decidido que el honor primaba sobre las consideraciones políticas. Los puertos de los piratas habrían sido bombardeados, y sus barcos hundidos. Sus aguas habrían sido minadas. Y se habrían enviado tropas no importa de qué nacionalidad a intentar liberar al barco y a su tripulación sin importar las bajas. 

 Hemos conseguido muchas conquistas, pero también nos hemos empobrecido al desterrar al honor como elemento substancial de toda ética personal. Observo con pena las alegrías de los gerifaltes europeos al haber nombrado Presidente y Ministro de Exteriores de Europa sin ninguna consulta popular.  Mientras, un barco europeo y una tripulación europea siguen secuestrados en Somalia. 

Y mientras yo escribo estas líneas y usted las lee, probablemente la niña de 11 años siga siendo violada.

Ignacio de la Torre es profesor de contabilidad creativa en IE Business School, analista y vendedor de bolsa en UBS y en Deutsche Bank.

Cotizalia - 02/12/2009

20 de noviembre, en la presencia.

20 de noviembre, en la presencia.

Este escrito de José Cªbªnªs ha llegado a nuestras manos.

Lo reproducimos con cariño, esperanza y memoria de tiempos vividos muy intensamente.


 

Madrugada del 20 de Noviembre de 1936. Un piquete de milicianos cumple la sentencia del Tribunal  que le había condenado a muerte. Fue una farsa. Había que condenarlo. Y lo sentenciaron a muerte. El abogado brillantísimo  puso en su defensa todos los recursos -y eran muchos- que había ido  acumulando en años de ejercicio exitoso del Derecho. Un miliciano del pelotón le hizo la observación de que las balas destrozarían el buen abrigo con que se protegía en la madrugada  fría. Y le entregó el abrigo para que se sirviera de él  aquel que iba a matarle inmediatamente. Pocas palabras más intercambiarían condenado y verdugo. José Antonio atendió la petición del miliciano, y éste minutos después  descargó su arma sobre el reo. Dudo que supiera realmente porqué lo hizo.

 

Cuando se recuperó el cadáver de José Antonio comprobaron que tenía una mano cerrada, y al abrírsela recuperaron unas medallas que apretó con fuerza en el momento de mirar de frente a la muerte. Como él, miles de españoles cayeron víctimas del odio, de la ignorancia y de esa maldición que ha pesado siempre sobre los pueblos fratricidas. Era la malherida España a la que no  llegaba la mano con la herida, que describió Unamuno. Transcurrió una guerra que llenó la Patria de dolor, de heroísmo, de cobardía, de pobreza, de mártires, de madres dolorosas y de huérfanos. Y hasta vinieron voluntarios de fuera a matar españoles con uno y otro bando, a los que yo maldigo con todas mis fuerzas; y me siento rojo ante los nazis y nacional frente a las brigadas internacionales, porque siento a los  españoles que ellos mataron como todos míos.

 

 Casi cuarenta años duró el régimen político que surgió de la victoria del 1º de Abril de 1939. Y este País -al que siempre se había llamado España -tuvo una travesía del desierto terrible. Todos perdimos lo mejor que teníamos. Nosotros a José Antonio. Y ahora, setenta y tres años después de aquella madrugada fría en la que el Jefe de la Falange entregó su abrigo a uno de los milicianos que lo fusilaron, ¿por qué se empeñan los adoradores del rencor y del revanchismo en sacar a las plazas y a las calles a esos dioses de la destrucción y de la muerte?. Ellos lo llaman "memoria histórica". Ya está en marcha el rodillo de la agitación y propaganda de los perdedores de aquella guerra que ellos mismos provocaron, al intentar eliminar de la escena social a media España.

 

A los que un día nos enamoramos de la figura de José Antonio (que cada uno se diga a sí mismo cómo fue su caso personal) tenemos una tarea que cumplir: la  recuperación del espíritu de regeneración nacional, sobre las bases de la Justicia, de la Libertad y de la Verdad. Poco tenemos que ver con las políticas que pervierten los principios y  los valores de la convivencia democrática. La aspiración a una vida armoniosa, libre y democrática es una aspiración del hombre por encima de toda moda, nos enseñó José Antonio. Nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de negarnos un puesto al sol de la política y de la historia de España. Me parece a mi que tendremos que descubrirlo con dificultad, porque cuarenta años de  falsificación ideológica por el Régimen de Franco y el odio de quienes nos persiguieron desde el principio, dejan pocos espacios a corto y medio plazo.

 

En este próximo 20 de noviembre reclamemos el lugar al sol que nos corresponde con toda  legitimidad. No me atrevo yo a proponer las formas  y los programas políticos concretos más convenientes. Lo que digo es que si algunos no sabemos ya si "somos de los nuestros", por cuanto  que no militamos en ninguna formación, sí afirmo, con mi camarada Luis Soler, que "sigo siendo de la Falange sustantiva", como dijo Dionisio Ridruejo. Quien, por cierto, confesó a David Jato, poco antes de morir, su interés por integrarse en la Falange que quisimos recomponer al final de Régimen de Franco, en las famosas reuniones por la unidad de los falangistas, animado por  la propaganda que José María Aznar -entonces valioso militante del FES- depositaba por debajo de la puerta de la vivienda de Ridruejo, cosa que escandalizará a mas de uno de los que quisieron hacer suya la figura de Dionisio. Yo lo sé. Y aparte de mí lo podría  atestiguar el  propio expresidente del Gobierno, que nunca supo del resultado de su afán proselitista, y contando, además, con la legítima evolución ideológica que le llevaría al  Partido Popular.

 

Vivamos con lealtad y sin nostalgia las que en el viejo Frente de Estudiantes Sindicalistas de finales de los sesenta llamábamos las "fiestas patronales" (29 de Octubre y 20 de Noviembre), y que tan entrañables recuerdos nos provocan. Con emoción desfilan por mi memoria aquellos jóvenes camaradas que íbamos a armar bronca en la despedida de la Corona o al Teatro de la Comedia. Cantábamos  el Cara al Sol,  para rematar con el ¡Viva, viva la Revolución!, "Falange sí, Movimiento no" y otros. Ahí los tenéis: Antonio Hermoso, Pilar Álvarez, José Ojeda, Juan Higueras, José Mª Fernández Segura, Jesús Peña, Rafael Millán, Trufero, Paco García....  A ellos les tenemos presentes, especialmente en nuestras oraciones.     

En su memoria

En su memoria

José-Antonio Primo de Rivera
 
«Ojala sea la mía la última sangre española derramada en discordias civiles»
 
 
Un grupo de españoles, fieles a la memoria de José Antonio Primo de Rivera, para conmemorar el 73º aniversario de su muerte, invita al acto estrictamente religioso que se celebrará, D.m., el miércoles, día 18 de los noviembre, a las 19 horas, en la Parroquia de Santa Bárbara, calle Bárbara de Braganza número 1 de Madrid.