Par que viera la luz en Hispaniainfo, escribió J. Cªbªnªs, tiempo antes del aniversario del sacrificio de Matías Montero, este texto.
Lo publicamos aquí días después.
Da igual el número del aniversario que marque el próximo día 9. Cuando en la Falange se vivía el Modo de Ser propio, cuando las conductas personales daban razón a la Ética y al Estilo falangistas, cuando el rigor intelectual era un ejercicio exigido, es decir, antes de que la mediocridad y la infidelidad convirtieran aquel proyecto juvenil revolucionario en la actual caricatura de la diáspora, allí estaba -erguida en su sencillez y autenticidad- la figura de nuestro hermano y camarada Matías Montero y Rodríguez de Trujillo. Solo lo verdadero prevalece. Matías Montero tiene el valor de lo permanente.
A la edad de once años me alisté en la Centuria Matías Montero, de las Falanges Juveniles. A lo veintiuno conocí el Frente de Estudiantes Sindicalistas (F.E.S.)- Juventudes Falangistas, por un panfleto repartido en la Ciudad Universitaria convocando al primer 9 de Febrero al que asistí: otra vez Matías Montero. Años después, de forma inopinada, en una visita a un cementerio de Carabanchel, me encontré frente a la sepultura de Matías Montero. Me sorprendí y me conmoví. El nombre de nuestro camarada estaba escrito sobre una lápida muy humilde, abandonada, creo recordar que estaba partida y en muy mal estado. Y ahora me pregunto si este abandono de la tumba de Matías Montero no se corresponderá con la imagen de otro abandono mucho más doloroso: la deserción de sus camaradas de hoy, nuestra infidelidad para con el compromiso militante (no es obligada la afiliación) de ganar para España la cosecha que sembró su muerte. Si algunos pudiéramos imaginar que existen unos “ángeles custodios” de la Falange -como figura poética- de entre nuestros Caídos, con audacia de flecha de once años, yo me pido a Matías Montero.
Matías Montero es la figura de mayor trascendencia para la Falange después de la de su Fundador. Es más, fue Matías Montero quien hizo de José Antonio el líder definitivo e indiscutible de la Falange. Porque por Matías Montero José Antonio y la Falange se hicieron una, inequívoca e indivisible cosa. Hasta el final. Y para siempre. Quiero reproducir unos párrafos del capítulo XVI, "José-Antonio y la Juventud", del libro "Un Pensador para un Pueblo", de Adolfo Muñoz Alonso.
“El 9 de Febrero de 1.934, el alma y el cuerpo de José Antonio se estremecieron al comprobar el alcance trágico de su retórica política, y al día siguiente, en la inhumación de Matías Montero, José Antonio Primo de Rivera decidió el destino de su vida, arrancando los últimos esmaltes a sus compromisos de salón…..
..José Antonio Primo de Rivera fue ganado definitivamente para España el 1O de Febrero de 1934. Ese día se operó en José Antonio la transustanciación de sus ideas en la carne y en el alma de sus ser y fue ya siempre fiel a la juventud, simbolizada y personalizada en Matías Montero.
No le abandonó nunca la presencia en el recuerdo, actuando en él como una palpitación cruenta, como un sacramento de carácter, como una lágrima transparente en sus ojos. La Falange debe a Matías Montero la gracia de la seriedad profunda y José Antonio el compromiso existencial de su entrega. Desde ese día, José Antonio no encontró espacio para las sonrisas y ya no le importó -hasta cierto punto provocó- el testimonio personal de su muerte, como ejemplo de autenticidad.
José Antonio aceptó la lección magnífica del silencio de uno de sus mejores camaradas. La reacción del fundador de la Falange ante la muerte de Matías Montero no se ha valorado suficientemente. Fue una reacción sorprendente para quienes todo lo confiaban a las represalias, sin advertir que José Antonio represalió en su alma la indignación y la ira, purificando su dolor. Desde ese momento, José Antonio ofreció su rostro a la muerte como deber de conciencia. El “gracias por tu ejemplo, hermano y camarada Matías Montero y Rodríguez de Trujillo, esconde este profundo significado ascético. Las frases del epitafio fónico: “Que Dios te de su eterno descanso y a nosotros nos niegue el descanso hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte”, no es un deseo: es una satisfacción penitencial. El: “Por última vez: ¡Matías Montero y Rodríguez de Trujillo! ¡Presente!” no fue una despedida: fue un golpe de ataúd, del que José Antonio no quiso apagar jamás los ecos ni el significado.
………”Buena piedra de toque es esta para conocer la calidad de nuestro intento. Cuando dudemos, cuando desfallezcamos, cuando nos acometa el terror de si estamos persiguiendo fantasmas, digamos: ¡No!, esto es grande, esto es verdadero, esto es fecundo; si no, no le hubiera ofrendado la vida -que él, como español, estimaba en su tremendo valor de eternidad- Matías Montero”. No hay duda de que la persistencia del recuerdo le penetra, le conforta y le lanza. La muerte de Matías Montero confirmó a José Antonio el sacramento militar de la confirmación política.
Hasta aquí el resumen del impresionante escrito de Adolfo Muñoz Alonso. Lo traigo a este nuevo aniversario del asesinato de nuestro camarada para que todos nosotros consideremos lo que la figura de Matías Montero representa en la Falange de José Antonio. Cuando hablemos de la reconstrucción y recuperación de la Falange, de la unidad de los falangistas, de la fidelidad a la doctrina, y de todas estas cuestiones que nos interesan, tengamos presente a Matías Montero. Y, sobre todo, no olvidemos que él hizo que, para siempre, la Falange y José Antonio sean una, inequívoca e indivisible cosa, para que nadie pretenda introducir elementos de confusión y de falsificación de los contenidos doctrinales de la Falange de José Antonio.