Otra travesía de Madrid.
RESTOS DEL TRANVIA LINEA 31 (PZA MAYOR CARABANCHEL) ESTRELLADO CONTRA LAS HUERTAS DEL PUENTE DE TOLEDO EN 1953 (FOTO DE SANTOS YUBERO)
Anotaciones al libro escrito por Francisco Umbral titulado "Travesía de Madrid” (Alfaguara.1966) a propósito del comentario realizado por Juan Fernández Krohn en su página web.
Francisco Umbral escribió este libro (su primera novela ) en el verano del año 1965. El acababa de llegar a Madrid, desde su Valladolid natal y se hospedaba en una pensión, que le fue recomendada por un amigo. En esa pensión, tiene una serie de encuentros sexuales con mujeres, fundamentalmente criadas. También acude a bares, terrazas, y tugurios del verano madrileño de los 60 donde entabla amistades con mujeres jóvenes de variadas estratos sociales. Lo más interesante de esta novela costumbrista, es la descripción de los diferentes tipos de mujeres, personajes que aparecen en la vida del protagonista de la novela de Francisco Umbral Sus aventuras, fundamentalmente sexuales, son explicadas sin grandes detalles escabrosos, sino como meros encuentros con diferentes mentalidades, edades, estratos sociales, y caracteres.
En sus avatares por las calles y barrios del Madrid de los 60, el protagonista, tiene un encuentro con una banda de delincuentes. Se integra en ella, y acompañado de otros personajes y una motocicleta realizan una serie de actividades delictivas: robos, extorsiones, atracos.
Los encuentros con los personajes femeninos, a mi juicio, adolecen de cierta reiteración. Sin embargo, resulta extremadamente jugosos, las descripciones costumbristas de los ambientes veraniegos del Madrid de los años 60: las terrazas donde se bebía cerveza, las tabernas de los barrios de la periferia del barrio de Salamanca, el barrio de Argüelles del barrio de Atocha y paseo de las Delicias. Las referencias a las bandas de gamberros/rockeros de aquel entonces son exactas: los conciertos del Price, salas de baile, boleras, merenderos.
Con respecto al estilo de su escritura, quizás, por influencia de los escritores de esa misma época, a menudo aparecen sin ningún signo de puntuación. Frases hilvanadas sin signo ortográfico alguno. Acciones y descripciones encajan unas con otras como en un gran puzzle.
Umbral apunta una cierta crítica social, no exenta de ironía y sarcasmo. Concretamente a la burguesía madrileña, al turismo incipiente, a los ambientes gay,( entonces muy marginales y coloristas) . El autor, mediante su personaje, hace un guiño al proletariado. Al ambiente quinqui y desarraigado de las chabolas del puente de Toledo.
Yo conocí muy bien ese ambiente. Viví toda mi infancia a unos doscientos metros del puente. Los viejos tranvías sin puertas lo atravesaban ( en los cincuenta,uno que bajaba desde la puerta de Toledo ,se estrelló en las huertas de la pradera y murieron muchos vecinos ). Aquellos descampados llenos de paredes derribadas, solares de regiones devastadas (todavía recuerdo una pintada cerca de mi casa en una tapia: Gibraltar, Orán, Suez, Egipto españoles). Vertederos, casitas con higueras y excrementos humanos en las veredas y junto a las tapias de las sacramentales de San Isidro, San Justo, San Lorenzo, Santa María (donde José Antonio y los suyos enterraron a Matías Montero y en la guerra se fusilaba, en sus muros, a los burgueses y falangistas). Mucho antes de que se construyera la M30, debajo del puente de Toledo vivían los gitanos. Quitaban las dovelas y excavaban entre los arcos de granito. Un trapo negro hacia de improvisada puerta. Los churumbeles paseaban su desnuda y exultante morenez entre la cochambre y el barro.
Un espectáculo impresionante del amanecer del puente de Toledo era la larga caravana de traperos (carritos de madera tirados por burrosy farolillo de aceite encendido en el tope), que a las seis de la mañana venían de los carabancheles por la cuesta de la calle del General Ricardos y atravesaban el puente isabelino hacia las pirámides. Perdiéndose luego por las rondas, para recoger las inmundicias que se habían depositado en las aceras de los barrios altos.
El protagonista de Umbral, traba amistad con una familia proletaria del puente de Toledo, con esa niña que nunca ha ido al cine de Madrid. En mi barrio había tres cines (España, Praga, Bécquer). También había dos discotecas, bares y tabernas donde comíamos entresijos y gallinejas ( hoy un manjar exquisito y caro ). Jugábamos en la calle a la pelota, al gua,al escondite, a dola, a ropa que hay poca y cuando llegaba la Navidad hacíamos panderos y acompañados con villancicos ( a veces escatológicos),pedíamos el aguinaldo a los vecinos del barrio. Algunos amigos del barrio, mi hermano y yo, nos apuntamos al hogar del Frente de Juventudes de Arganzuela (calle de Estudios, 3).Los obreros nos insultaban cuando pasábamos el puente de uniforme . Aprendimos disciplina, camaradería, trabajos manuales, periodismo, amor a la naturaleza y a la España revolucionaria que soñara José Antonio. A finales de los cincuenta, se suprimió la camisa azul del uniforme. Se puso una de color gris y a poco nació la OJE. Todos nos fuimos a casa. Algunos volvimos, pero ya era otro ámbito: la universidad y otra vez las calles de Madrid resonaban.
LOREN
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