encuesta arriba
He estado escribiendo esto sobre la “encuesta a los falangistas”.
Lo someto a vuestra lectura y consideración.
JR.
1.- ¿Cuál ha sido, a su juicio, la aportación de los falangistas a la política española del siglo XX?-
Paradójicamente, por encima de todo, la contribución a la reconciliación nacional. Ya en guerra y más aún en la inmediata posguerra hubo quienes, hijos de represaliados o muertos por el bando franquista (Maestú, Tallón, Cantarero, entre mis más cercanos), militaron bajo las banderas de la Falange, por estar convencidos de que ésta era la síntesis superadora de los valores de la tradición nacional y la revolución social. La Sección Femenina cuidó a los hijos de los vencidos con el mismo cariño y más que a los hijos de los vencedores; en el Frente de Juventudes no era infrecuente que hijos de los vencidos ocuparan puestos de mando, siendo lealmente obedecidos por hijos de los vencedores. En los campamentos se rezaba y se enseñaba a rezar por todos los muertos de todos los colores, de todos los bandos y de todas las políticas de España; por los que recibieron la muerte con un grito cristiano en los labios; por los que murieron en aras de un ideal, cualquiera que éste fuera; por aquellos que a consecuencia de la guerra han muerto en la cárcel, en el exilio o bajo el rigor de la pena capital; por los responsables directos o indirectos, por los verdugos físicos o morales de todos los muertos de nuestra guerra; para que la justicia y el amor, entre todos los hombres de España, hagan imposible una nueva guerra fratricida (*). Así lo viví y así lo cuento.
No la Falange, que murió con José-Antonio, sino los falangistas que colaboraron con el régimen de Franco, llevaron a cabo obras sociales que, de una u otra forma, aún perviven: la Seguridad Social, la cobertura sanitaria nacional, el esfuerzo para la igualdad de oportunidades, fueron los aspectos más positivos del franquismo y en sus cimientos hubo siempre gentes de confesión falangista, más o menos aguada de devoción al General que les había llevado a ganar la guerra.
2.- Desde su punto de vista, ¿qué razones han sido las que han imposibilitado que la Falange sea, en la actualidad, un movimiento político con influencia social y con representación política en las instituciones democráticas?-
La primera, lo que, en puridad de lenguaje propio, ha de llamarse falta de estilo de los falangistas. Si la Falange no era, en criterio de José-Antonio, sólo manera de pensar, sino también y sobre todo, modo de ser, es palmario que los falangistas no han estado, no hemos estado, a la altura. Falta de virtudes humanas, en definitiva. Afán de protagonismo, intransigencia en lo transigible, soberbia, ingenuidad, individualismo, pereza profesional e intelectual, exceso de ambición personal. Naturalmente todas estas lacras no son taras exclusivas de los falangistas, pero el estilo, el modo de ser, en la Falange era sustancial, y perdido éste, todo estaba perdido. Se comprende que, descabezada la Falange al inicio de la guerra, el ardoroso idealismo de los jóvenes falangistas les desnortara; se explica que, frustrados por una victoria que no había sido la de la Falange, los militantes se encauzaran hacia la División Azul o, al cabo, hacia la vida privada de cada cuál; se entiende que, estribando la pureza falangista en la crítica al Movimiento franquista, no fuera la disciplina la virtud mejor enseñada y transmitida; pero en aquellos polvos está el origen del posterior barrizal.
Sospecho que, en paralelo, hay que poner el esfuerzo hecho desde el Poder, a través de sus servicios de información, para torpedear cualquier intento de reconstrucción falangista: esfuerzo que no ha resultado difícil, habida cuenta de las debilidades aludidas. Luis del Pino (**) explicaba cómo el Estado lleva treinta años dedicando una ingente cantidad de recursos a evitar que pueda llegar a existir ninguna opción política distinta de las que forman el arco parlamentario. Los servicios de información de la Policía o del CNI –dice él- han dispuesto de abundante personal específico y de los suficientes medios como para controlar todo lo que se movía. Esa tarea de infiltración fue dirigida, desde el principio, a dos objetivos distintos: obtener información sobre los distintos grupos y asegurar su no consolidación en un partido que pudiera tener una mínima posibilidad de representación parlamentaria. La manera de garantizar que no apareciera una opción electoral sólida consistió en ir dinamitando desde dentro los grupos existentes, provocando una atomización que, en la práctica, equivale a dejar reducidas a la nada sus aspiraciones electorales. El caso más evidente es el de Falange, donde se indujeron desde fuera escisiones, escisiones de las escisiones y escisiones de las escisiones de las escisiones, hasta conseguir que existieran no menos de media docena de "Falanges" de distintas especies.
3.- ¿Qué tareas serían las que tendrían que emprender los falangistas del siglo XXI para llegar a la implantación del modelo nacional-sindicalista en España?
Arduo asunto. Tiene pleno vigor el intento de implantar en España un sistema justo y libre, que sirva de referencia para la recuperación espiritual de la humanidad. Los postulados esenciales de la Falange no han perdido virtualidad, pero, por compartidos con otros, no bastan para definir un movimiento político. Y lo accidental, lo contingente, lo que es propio de una época y una estética, más disuelve que aglutina. El Fascismo italiano puso en valor una constelación de elementos, no pocos creados por la judía fascista Margheritta Sarfatti, que dieron en el quicio de la sensibilidad de su época. La Falange, y no sólo ella, también otros partidos, incluso de izquierdas, como la JSU, importaron y adaptaron muchos de aquellos resortes sentimentales, en algún caso mejorándolos (no me cabe duda de que el Cara al Sol es uno de los himnos más bellos que jamás se cantaron); pero la exitosa acogida de aquella invocación estética no se acomodó a un solo pensamiento, ni a un solo propósito político, de manera que no es raro que personas que coinciden en la respuesta a esa que llamo constelación de resortes sentimentales tengan un pensamiento político distinto y, en algunos aspectos, antagónico. Si por modelo nacional sindicalista se entiende la puesta en práctica de los postulados esenciales del pensamiento de José-Antonio Primo de Rivera, creo que hay que cortar amarras con aquel laberinto sentimental, dejándonos enredados en él a los que ya lo estamos, para que prestemos el último servicio que está a nuestro alcance: intentar dispensar a la Falange la justicia histórica que merece.
(*) Oracional de campamentos del Frente de Juventudes.
(**) Libertad Digital. Octubre del 2007
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