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La turuta del Titanic

20 de noviembre, en la presencia.

20 de noviembre, en la presencia.

Este escrito de José Cªbªnªs ha llegado a nuestras manos.

Lo reproducimos con cariño, esperanza y memoria de tiempos vividos muy intensamente.


 

Madrugada del 20 de Noviembre de 1936. Un piquete de milicianos cumple la sentencia del Tribunal  que le había condenado a muerte. Fue una farsa. Había que condenarlo. Y lo sentenciaron a muerte. El abogado brillantísimo  puso en su defensa todos los recursos -y eran muchos- que había ido  acumulando en años de ejercicio exitoso del Derecho. Un miliciano del pelotón le hizo la observación de que las balas destrozarían el buen abrigo con que se protegía en la madrugada  fría. Y le entregó el abrigo para que se sirviera de él  aquel que iba a matarle inmediatamente. Pocas palabras más intercambiarían condenado y verdugo. José Antonio atendió la petición del miliciano, y éste minutos después  descargó su arma sobre el reo. Dudo que supiera realmente porqué lo hizo.

 

Cuando se recuperó el cadáver de José Antonio comprobaron que tenía una mano cerrada, y al abrírsela recuperaron unas medallas que apretó con fuerza en el momento de mirar de frente a la muerte. Como él, miles de españoles cayeron víctimas del odio, de la ignorancia y de esa maldición que ha pesado siempre sobre los pueblos fratricidas. Era la malherida España a la que no  llegaba la mano con la herida, que describió Unamuno. Transcurrió una guerra que llenó la Patria de dolor, de heroísmo, de cobardía, de pobreza, de mártires, de madres dolorosas y de huérfanos. Y hasta vinieron voluntarios de fuera a matar españoles con uno y otro bando, a los que yo maldigo con todas mis fuerzas; y me siento rojo ante los nazis y nacional frente a las brigadas internacionales, porque siento a los  españoles que ellos mataron como todos míos.

 

 Casi cuarenta años duró el régimen político que surgió de la victoria del 1º de Abril de 1939. Y este País -al que siempre se había llamado España -tuvo una travesía del desierto terrible. Todos perdimos lo mejor que teníamos. Nosotros a José Antonio. Y ahora, setenta y tres años después de aquella madrugada fría en la que el Jefe de la Falange entregó su abrigo a uno de los milicianos que lo fusilaron, ¿por qué se empeñan los adoradores del rencor y del revanchismo en sacar a las plazas y a las calles a esos dioses de la destrucción y de la muerte?. Ellos lo llaman "memoria histórica". Ya está en marcha el rodillo de la agitación y propaganda de los perdedores de aquella guerra que ellos mismos provocaron, al intentar eliminar de la escena social a media España.

 

A los que un día nos enamoramos de la figura de José Antonio (que cada uno se diga a sí mismo cómo fue su caso personal) tenemos una tarea que cumplir: la  recuperación del espíritu de regeneración nacional, sobre las bases de la Justicia, de la Libertad y de la Verdad. Poco tenemos que ver con las políticas que pervierten los principios y  los valores de la convivencia democrática. La aspiración a una vida armoniosa, libre y democrática es una aspiración del hombre por encima de toda moda, nos enseñó José Antonio. Nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de negarnos un puesto al sol de la política y de la historia de España. Me parece a mi que tendremos que descubrirlo con dificultad, porque cuarenta años de  falsificación ideológica por el Régimen de Franco y el odio de quienes nos persiguieron desde el principio, dejan pocos espacios a corto y medio plazo.

 

En este próximo 20 de noviembre reclamemos el lugar al sol que nos corresponde con toda  legitimidad. No me atrevo yo a proponer las formas  y los programas políticos concretos más convenientes. Lo que digo es que si algunos no sabemos ya si "somos de los nuestros", por cuanto  que no militamos en ninguna formación, sí afirmo, con mi camarada Luis Soler, que "sigo siendo de la Falange sustantiva", como dijo Dionisio Ridruejo. Quien, por cierto, confesó a David Jato, poco antes de morir, su interés por integrarse en la Falange que quisimos recomponer al final de Régimen de Franco, en las famosas reuniones por la unidad de los falangistas, animado por  la propaganda que José María Aznar -entonces valioso militante del FES- depositaba por debajo de la puerta de la vivienda de Ridruejo, cosa que escandalizará a mas de uno de los que quisieron hacer suya la figura de Dionisio. Yo lo sé. Y aparte de mí lo podría  atestiguar el  propio expresidente del Gobierno, que nunca supo del resultado de su afán proselitista, y contando, además, con la legítima evolución ideológica que le llevaría al  Partido Popular.

 

Vivamos con lealtad y sin nostalgia las que en el viejo Frente de Estudiantes Sindicalistas de finales de los sesenta llamábamos las "fiestas patronales" (29 de Octubre y 20 de Noviembre), y que tan entrañables recuerdos nos provocan. Con emoción desfilan por mi memoria aquellos jóvenes camaradas que íbamos a armar bronca en la despedida de la Corona o al Teatro de la Comedia. Cantábamos  el Cara al Sol,  para rematar con el ¡Viva, viva la Revolución!, "Falange sí, Movimiento no" y otros. Ahí los tenéis: Antonio Hermoso, Pilar Álvarez, José Ojeda, Juan Higueras, José Mª Fernández Segura, Jesús Peña, Rafael Millán, Trufero, Paco García....  A ellos les tenemos presentes, especialmente en nuestras oraciones.     

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