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La turuta del Titanic

La violación de una niña de once años. Ignacio de la Torre.

La violación de una niña de once años. Ignacio de la Torre.

Una niña de 11 años violada

El 2 Julio de 1187 los principales dignatarios del ejército cristiano que combatía a Saladino en plena guerra por el control de Jerusalén y Tierra Santa debatían en Seforia (cerca de Nazaret) una decisión trascendente. Las fuerzas de Saladino habían tomado Tiberiades, a cuatro jornadas al norte, y la condesa de Trípoli ofrecía en la fortaleza de la ciudad la última resistencia junto a unos cuantos caballeros. 

El ejército cristiano había salido de Jerusalén para enfrentarse a las tropas de Saladino, y sus líderes debían decidir si acudir o no en defensa de la fortaleza sitiada.  El debate fue agrio. Un movimiento al norte entrañaba un gran peligro, ya que se alejaban de las fuentes de agua, y se arriesgaban a enfrentarse a Saladino sin este esencial suministro. 

Por su parte, los hijos de la condesa emocionaron al consejo rogando entre lágrimas que el ejército rescatase a la gallarda dama que resistía valientemente a orillas del lago. 

Finalmente, en una de las decisiones militares más descabelladas de todos los tiempos, el Rey Guido optó por marchar al norte, y tanto las órdenes militares como la mayoría de los nobles obedecieron sin tener en cuenta que la mayoría de ellos pertenecía a diferentes naciones que las de las tropas asediadas. 

Sabían que cabalgaban hacia la muerte. 

El 4 de Julio tuvo lugar la sangrienta batalla de los Cuernos de Hattin, donde el potente ejército cruzado, sediento y sin fuerzas, fue prácticamente aniquilado por la brillante táctica de las fuerzas musulmanas, que pronto reconquistarían Jerusalén y la mayoría de Tierra Santa.  A 300 caballeros de las órdenes militares que fueron apresados vivos se les ofreció la conversión al Islam o la muerte.  299 murieron degollados cantando el “miserere”.

¿Por qué el Rey Guido y el consejo de nobles tomaron tal decisión?  Desde nuestra óptica de seres del siglo XXI la lógica para no marchar al norte es aplastante.  Sin embargo, para juzgar acciones del siglo XII corresponde entender la mentalidad de aquel tiempo. Y esa mentalidad, a veces espantosamente ignorante y cruel, también otorgaba un enorme peso al honor. Los caballeros tenían que cabalgar al norte porque una dama estaba sitiada, ofrecía una heroica resistencia y a punto de caer en manos enemigas. No había otra opción para la reputación del ejército y de sus caballeros. Por la misma razón 299 templarios y hospitalarios prefirieron la muerte a la traición que significaba la apostasía.

Hace unos días leí con horror las crónicas de los marineros liberados del Alakrana. El patrón narraba con impotencia cómo el peor día del secuestro había sido aquél en el que entablaron contacto con un buque griego apresado hace seis meses. La desdichada tripulación es de Ucrania. No tenían para alimentarse. La cocinera, embarcada junto a su marido y su hija de 11 años, había sido violada, resultado embarazada, y abortado sin ningún tipo de cuidado médico. La niña de 11 años, era violada por niños piratas drogados. El marinero español no podía olvidar las súplicas de la madre para que se llevaran a su hija.

Tampoco podía olvidar la mirada infinitamente triste de la niña cuando los españoles se alejaban.

He pensado sobre esta imagen de la niña violada y me ha inundado la melancolía. También el recuerdo de ese caluroso Julio de 1187. Y siento vergüenza de comprobar cómo los europeos hemos cambiado. Si aquél consejo se hubiera reunido hoy en Bruselas, probablemente se hubiera decidido que el honor primaba sobre las consideraciones políticas. Los puertos de los piratas habrían sido bombardeados, y sus barcos hundidos. Sus aguas habrían sido minadas. Y se habrían enviado tropas no importa de qué nacionalidad a intentar liberar al barco y a su tripulación sin importar las bajas. 

 Hemos conseguido muchas conquistas, pero también nos hemos empobrecido al desterrar al honor como elemento substancial de toda ética personal. Observo con pena las alegrías de los gerifaltes europeos al haber nombrado Presidente y Ministro de Exteriores de Europa sin ninguna consulta popular.  Mientras, un barco europeo y una tripulación europea siguen secuestrados en Somalia. 

Y mientras yo escribo estas líneas y usted las lee, probablemente la niña de 11 años siga siendo violada.

Ignacio de la Torre es profesor de contabilidad creativa en IE Business School, analista y vendedor de bolsa en UBS y en Deutsche Bank.

Cotizalia - 02/12/2009

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